El bus de la discriminación

El Espectador
23 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.
La lucha hay que darla como se han venido dando todas las reivindicaciones de la comunidad LGBT en la última década: con palabras y debates respetuosos. / Foto: Andy VC
La lucha hay que darla como se han venido dando todas las reivindicaciones de la comunidad LGBT en la última década: con palabras y debates respetuosos. / Foto: Andy VC

Llegó a la capital del país un bus naranja con mensajes en contra de la llamada “ideología de género” y que desconocen los conocimientos científicos y las discusiones de la academia sobre el género. Aunque la ignorancia que se está profesando es violenta y llena de prejuicios, no hay motivos para que sea recibida con ataques, ni mucho menos para que se pida su censura. La única respuesta ante la irracionalidad son los rechazos vehementes y bien argumentados, todo dentro del debate público.

El debate se prendió el sábado pasado cuando el bus en cuestión llegó a la Plaza de Bolívar de Bogotá. La iniciativa de traerlo ha sido apoyada por el Movimiento Nacional por la familia, CitizenGO y el siempre consistente en sus prejuicios concejal bogotano Marco Fidel Ramírez. La campaña comenzó en España con la organización Hazte Oír y su propósito es recorrer el mundo supuestamente desvirtuando la “ideología de género”, ese monstruo quijotesco que se han inventado quienes no están dispuestos a dar debates de altura sobre los prejuicios que tanto abundan en la sociedad. En los costados, el bus dice que “los niños nacen siendo niños” y “las niñas nacen siendo niñas”, y que es “biología” y no “ideología”. Todo un ejercicio de posverdad que ya discutiremos.

El problema, no obstante, es que la indignación que ha causado la presencia del bus en Bogotá ha llevado a que varias personas pidan que no se le permita circular por las calles de la capital y ayer vimos cómo algunos manifestantes lanzaron pintura contra el concejal, el bus y los policías que lo estaban custodiando. Ambas son reacciones inadecuadas que sólo distraen del debate de fondo.

La prohibición no es la respuesta, porque en Colombia existe la libertad de expresar ideas, incluso si son detestables y llenas de ignorancia. No se permiten apologías a la violencia, pero las intervenciones del Estado en la libre difusión de mensajes deben ser muy precisas y sólo para casos extremos. Este caso particular no parece caer en el ámbito de lo censurable. La democracia necesita que todas las personas puedan dar a conocer sus posiciones, incluso si son agresivas hacia otros grupos poblacionales.

Por eso, también debe ser rechazado por todos el ataque con pintura. ¿Qué gana el país con ese tipo de agresión? Nada. Los promotores del bus aprovechan para venderse como mártires de la intolerancia (¡las vueltas retóricas que da la vida!) y el mensaje que queda es que en Colombia no se permite la diferencia, seguimos polarizados y no conversamos sobre el fondo.

Y el fondo, no sobra decirlo, es la esencia de todo este meollo. Lo más angustioso de personajes como Ramírez no es su ignorancia sobre el tema de género, sino su desinterés por salir de ella y la insistencia en evitar discusiones que están mucho más avanzados en la ciencia y la academia. El bus es profundamente violento contra la población trans, pues no sólo les niega su existencia, sino que los tilda de mentirosos por exigir su reconocimiento. Ante esto, lo único que queda es seguir mostrando por qué esos mensajes no sólo están equivocados, sino que son perversos y deberían dejar de ser reproducidos.

Pero esa lucha hay que darla como se han venido dando todas las reivindicaciones de la comunidad LGBT en la última década: con palabras y debates respetuosos. Entendemos que es frustrante tener que guardar la calma ante personas que, con sus ideas, quieren desaparecer a poblaciones enteras a través de la negación de su identidad, pero es la única manera de traer cambios duraderos. También deberían las instituciones, como la Alcaldía de Bogotá en este caso, por ejemplo, salir en público a condenar mensajes como los del bus. Que cada vez que la transfobia y la homofobia asomen sus rostros, la sociedad conteste con vehemencia que la Colombia que queremos es diversa e incluyente.

 

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

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