La lección del desastre en el sistema de salud para profesores debería ser la conveniencia de escuchar las críticas que se han formulado. Si este era el piloto para lo que se pretende hacer con el sistema de salud de todos los colombianos, las quejas, la falta de coordinación y las dificultades del Estado para implementarlo y operarlo deben ser una invitación al Gobierno a repensar sus ambiciones y, ante todo, a reconocer errores. Por lo que vimos esta semana, sin embargo, eso no pasará. El ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, se conforma con echar el agua sucia a Jhon Mauricio Marín, presidente de la Fiduprevisora, mientras el presidente Gustavo Petro se queja de la corrupción ya conocida. Un Gobierno de soluciones que se queda en quejarse, incluso cuando tiene el control de todo el proceso, es, en la práctica, un evasor de responsabilidades. ¿De verdad así se pretende reformar estructuralmente la salud?
Los docentes han sido esenciales para el éxito político del presidente Gustavo Petro. La Federación Colombiana de Educadores (Fecode) apoyó el proyecto del mandatario, no solo con una donación no reportada que tiene en aprietos a varios miembros de la campaña presidencial, sino que ha mostrado inusual cercanía con las reformas de la administración Petro. Por eso esta crisis cala más en el Pacto Histórico: se trata de un Gobierno fallándole a su electorado principal. Que los maestros hoy tengan quejas por no saber quién los atiende, por tener líos de acceso a medicamentos y por sentir el caos generalizado en su sistema de salud debe ser un campanazo de alerta para la Casa de Nariño.
En justicia, el sistema de salud de los maestros lleva años siendo un desastre. El Fomag ha sido señalado a lo largo de los años por su pésimo servicio, por escándalos de corrupción y por sobrecostos. Una y otra vez ha rondado la propuesta de que no haya un sistema de salud diferenciado para los docentes, que terminan recibiendo un servicio deficiente cuando lo que se busca es reconocerles un beneficio. Sin embargo, el Gobierno y Fecode decidieron continuar con el régimen especial y anunciaron con bombos y platillos la entrada del nuevo sistema. El ministro Jaramillo fue claro hace unas semanas sobre el nuevo modelo pactado y puesto en ejecución: “Es el ejemplo de la salud que quiere el presidente”. Ahora, el funcionario se declara “frustrado”, pero no da señales de voluntad reflexiva.
El Gobierno se queja de corrupción en la Fiduprevisora, pero esas denuncias son bien conocidas y no deja de ser cuestionable que se permita que esa entidad sea un conocido fortín burocrático. El Gobierno también está molesto porque, en su opinión, no se implementó el modelo deseado. Empero, se necesita el principio de realidad: si la administración Petro ya está al mando y no es capaz de implementar sus propias ideas, no hay dónde más buscar la responsabilidad. Es el Estado el que les está fallando a los profesores.
Esta es la oportunidad de utilizar el fracaso realmente como un piloto. Si el Gobierno desea implementar su modelo en todo el país, ¿por qué no atiende las críticas sobre la falta de claridad en la prestación del servicio? ¿Y sobre los mecanismos para proveer medicamentos? También sería útil que aprenda de los errores en cuanto a los sobrecostos. Si la corrupción está siendo un problema en la Fiduprevisora, podemos predecir que lo mismo ocurrirá con la descentralización propuesta en la reforma a la salud. Tal vez quienes han formulado comentarios a las ideas del presidente Petro no están en busca de un “golpe blando”, sino de aportar a tener un mejor sistema. Es buen momento para escucharlos y valorar sus advertencias.
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