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El Gobierno de Iván Duque decidió extenderle un salvavidas a Avianca y, aunque se trata de una medida que va a proteger muchos puestos de trabajo en Colombia, también genera preguntas válidas. Se dijo, además, que se considera apoyar a otras aerolíneas. Sería lo justo. Los cuestionamientos, no obstante, apuntan a si esa es la mejor manera de invertir en tiempos de crisis, cuando tantas empresas colombianas han quebrado esperando ayuda del Estado, y además tratándose de una aerolínea plagada de malos manejos administrativos y societarios, cuya sede de tributación es Panamá. ¿Serán suficientes la garantías pactadas y negociadas por el Gobierno para que la generosidad de los colombianos sea recompensada? ¿O, con el paso del tiempo, el actuar de Avianca seguirá generando justa indignación entre los colombianos?
Avianca fue, por muchos años, un tesoro nacional. Motivo de orgullo, se posicionó como la principal aerolínea en Colombia y una de las de mayor referencia en América Latina. Los pilotos colombianos obtuvieron buenos puestos de trabajo y, en efecto, nuestro país se sigue conectando principalmente gracias a los aviones de Avianca. Sin embargo, su pésimo manejo de la última huelga de pilotos, que terminó en despidos masivos de un sector de sus empleados, causó desconfianza. La pelea entre Germán Efromovich —principal accionista, quien está siendo investigado por presuntos sobornos en Brasil—, United y Kingsland (socio minoritario) dejó al descubierto una empresa con manejos enrevesados y sobreendeudada. Esa es la que aerolínea, precisamente, ahora sale a rescatar el Gobierno.
Renglón aparte merece el hecho de que el domicilio tributario sea en Panamá. ¿Por qué, si su centro de operaciones es en Colombia, ayudamos a una empresa que prefiere los beneficios fiscales de otro país? ¿Qué mensaje envía que el Gobierno apoye a compañías que evitan pagar la mayoría de sus impuestos en nuestro país? La plata de todos los colombianos termina siendo utilizada para rescatar empresas que no parecen aportar lo debido al fondo común.
Y sin embargo hay razones para respaldar el rescate. Por un lado, es un préstamo. De esta manera, el Gobierno se evita peleas con los accionistas y, además, cobra prioridad en el proceso de reorganización al que se somete Avianca. El Gobierno explicó que le pide a la aerolínea comprometerse a mantener su centro de operaciones en nuestro país, a que el crédito solo se utilice para capital de trabajo y, además, a que Colombia tenga a la empresa Lifemiles como garantía. Puede, en últimas, ser un buen negocio. Como dijo en Blu Radio el viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño, “no podemos dejar que ese servicio público se pierda porque recuperarlo se demoraría más de cuatro años y representaría unos costos altísimos para la economía colombiana, que hemos calculado en alrededor de unos $20 billones”. El mismo alivio, entonces, debería ofrecerse a otras aerolíneas.
Esperamos que, con esto, Avianca entienda que su deuda con Colombia no es solo económica. Porque la discusión sobre por qué no se ha utilizado ese dinero para darle más alivios al colombiano de a pie sigue vigente.
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