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Después de una legislatura atropellada, como se ha vuelto costumbre, el Congreso no obstante sorprendió aprobando una reforma constitucional que tiene mucho simbolismo. Se reduce en un mes el receso legislativo, que pasa a ser de dos meses, y se abre la puerta para que haya más debates durante el año. Si bien se trata de una medida que poco modifica los problemas que padece la Rama Legislativa, sí ayuda a enviar un mensaje de que los congresistas reconocen las críticas recibidas. ¿Será mucho pedir que ahora asistan a los debates para que el ausentismo no se siga usando como estrategia política?
Catherine Juvinao, la ponente de la iniciativa y representante a la Cámara por la Alianza Verde, puso el logro en perspectiva: “Esta iniciativa se intentó fracasadamente durante 10 años. En honor a quienes han dado la batalla y no han podido, sí estamos haciendo historia”. Tiene razón. La pregunta es por qué históricamente el Congreso ha sido reacio a modificar sus fallas más evidentes. Durante la campaña de la frustrada consulta anticorrupción, que demostró cómo millones de personas están en contra de varias prácticas de la Rama Legislativa, quedó en evidencia que los congresistas hablan mucho de reformas, pero al momento de aterrizarlas hacen lo posible por dilatar los procesos. Nos queda el recuerdo reciente de cómo un proyecto tan sencillo como reducir el sueldo de los congresistas se estancó entre excusas de todo tipo.
Hay quienes acusan esta medida de populismo. También la señalan de poco eficiente. Por ejemplo, María Fernanda Carrascal, representante a la Cámara por el Pacto Histórico, dijo: “Me parece perfecto que se formalice que volvamos a sesionar el 16 de febrero, pero hablemos con la verdad, el receso legislativo no solo es para irse de vacaciones, preparamos los proyectos, hacemos foros, atendemos a las comunidades”. Si bien es cierto que, como está pensado, ese tiempo “libre” debe utilizarse para hacer preparación y en efecto los mejores congresistas lo aprovechan de manera adecuada, de cara al país se ve como una evasión de responsabilidades. Hay poca rendición de cuentas, poco trabajo por mostrar, mucha politiquería y queda el mal sabor de boca de que la mayoría de ellos sí se lo toman de vacaciones.
Año tras año, sin importar la configuración ideológica de los congresistas, la Rama Legislativa marca una alta desaprobación entre los colombianos. Prima la idea de que se trata de un órgano que trabaja poco, entorpece mucho y juega según las lógicas clientelistas. Razón hay en ese diagnóstico, por cierto, como lo demostró el reciente escándalo de la repartija de cuotas en el Fondo Nacional del Ahorro. Entonces, que los congresistas tengan un mes más para debatir y mostrar resultados aporta a luchar contra ese desprestigio.
Claro, persisten los problemas. El más reciente es el ausentismo adoptado como estrategia política. Congresistas, no olviden que fueron elegidos para debatir los proyectos de ley que hay sobre la mesa. Qué bueno sería verlos hacerlo sin interrupciones ni excusas.
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