El derecho a ofender

El Espectador
11 de enero de 2020 - 05:00 a. m.
"Si se permite que la “ofensa” sea el filtro para los discursos permitidos, cabe la pregunta: ¿quién define cuándo se cruzó la línea?”. / Foto: Netflix
"Si se permite que la “ofensa” sea el filtro para los discursos permitidos, cabe la pregunta: ¿quién define cuándo se cruzó la línea?”. / Foto: Netflix

Unos humoristas brasileños hicieron un video navideño en el que muestran a Jesucristo con un hombre como pareja. En respuesta, la sede en la que trabajaban fue atacada por una bomba molotov, cerca de dos millones de personas en su país firmaron una petición para que Netflix lo elimine de su catálogo y un juez de segunda instancia ordenó provisionalmente que se censure el contenido. En otros países, como Polonia, el mismo presidente se expresó en contra y pidió la eliminación del video. ¿Se va a imponer la dictadura de las mayorías ofendidas por encima del derecho al humor y la sana crítica?

Es un debate antiguo el que se pregunta por los límites de la libertad de expresión cuando se trata de asuntos que las personas consideran sagrados. A lo largo de la historia, quienes se han atrevido a satirizar (y, por ende, banalizar) los símbolos de las religiones han tenido que enfrentar la persecución de quienes los quieren silenciar por sus ofensas, a menudo con violencia.

En 2006, después de que un diario danés publicase caricaturas en las que se representaba al profeta Mahoma, varias embajadas de Dinamarca en el mundo fueron incendiadas y se presentaron manifestaciones violentas por la ofensa. El 7 de enero de 2015, 12 caricaturistas de Charlie Hebdo fueron masacrados por haberse burlado del profeta en una de sus portadas. Ahora el grupo humorístico brasileño de Youtube Porta dos Fundos es la víctima más reciente de la intimidación.

El problema surgió por La primera tentación de Cristo, difundido por Netflix, y donde la figura del catolicismo se presenta como una persona homosexual. En una petición liderada por la Asociación Centro Dom Bosco de Fé e Cultura, se dice que “es sorprendente que Netflix tenga cero respeto o consideración por aquellos que procesan la fe cristiana. Esto está lejos de ser gracioso, es irrespetuoso y altamente ofensivo hacia la figura de Jesucristo”.

La idea que está detrás es que la homosexualidad es algo irrespetuoso y altamente ofensivo. ¿Hubiese ocurrido el mismo tipo de escándalo si se tratase de una pareja heterosexual?

De manera provisional, el juez Benedicto Abidacir consideró que lo “más adecuado y benéfico, no solo para la comunidad cristiana, sino para la sociedad brasileña, mayoritariamente cristiana”, era exigirle a Netflix que retire el contenido de su plataforma. Es decir, que lo censure.

El humor y la sátira están diseñados para hacer preguntas difíciles sobre la sociedad y sus discursos hegemónicos. Si se permite que la “ofensa” sea el filtro para los discursos permitidos, cabe la pregunta: ¿quién define cuándo se cruzó la línea? En este caso, es la religión y sus creyentes. Mañana puede ser un gobierno que considera ofensivas las críticas en su contra, o la burla incluso. Los ejemplos abundan en la historia de la humanidad: allí donde hay un poder mayoritario, aparece la intención de silenciar a las voces disidentes. La burla es particularmente peligrosa, pues deja en evidencia lo frágiles que son los conceptos como lo que se considera “sagrado”.

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