El desastre del Catatumbo

El Espectador
25 de abril de 2018 - 02:30 a. m.
El problema del Catatumbo es histórico. Gobiernos anteriores han intentado retomar el control, pero han sido ineficaces. / Foto: SIG
El problema del Catatumbo es histórico. Gobiernos anteriores han intentado retomar el control, pero han sido ineficaces. / Foto: SIG

Al Catatumbo siempre han llegado tarde las soluciones. Desde enero de este año, esta región de 11 municipios en Norte de Santander viene denunciando fuertes enfrentamientos entre distintos grupos ilegales. Sólo hasta esta semana el Gobierno Nacional se puso al frente de la situación. Pero, así se supere la coyuntura, persiste la realidad: este es un territorio al que el Estado le ha fallado año tras año.

La situación es un desastre. Según dijo Carlos Negret, defensor del Pueblo, en una versión corroborada por las autoridades locales, hay tres grupos en pugna: el Eln, los Pelusos o Epl, y las disidencias de las Farc. Esta historia ya la conocemos. Luchan por ejercer dominancia y, en medio, la población sufre. Esta es la Colombia que creíamos haber superado.

El conflicto, que se ha recrudecido particularmente desde el 14 de marzo pasado, ha generado 6.000 desplazamientos, dejado sin colegio a 44.829 niños y causado millonarias pérdidas por los negocios cerrados. Una mujer le contó a El Espectador que el miedo que siente la llevó a tener un aborto involuntario. Ese es el calibre de la situación actual.

El Catatumbo siempre ha sido un punto de interés para las fuerzas ilegales porque, geográficamente, está muy bien ubicado. Por allí pasan el negocio de la droga, el contrabando de combustible desde Venezuela y la explotación ilegal de pate grillo que se usa para procesar cocaína. Según cifras de las Naciones Unidas, desde el 2012 el Catatumbo acompaña a Nariño y al Putumayo como las zonas con mayor densidad de cultivo de coca.

Ese problema, entonces, es histórico. Gobiernos anteriores han intentado retomar el control, pero han sido ineficaces. Lo que ha permitido que hoy, en el posconflicto con las Farc, la guerra se siga librando en su peor expresión en el Catatumbo.

La administración de Juan Manuel Santos ha demostrado su preocupación por lo que ocurre enviando a una comitiva de alto nivel a la zona. Aunque llega un poco tarde, es de todos modos un gesto necesario para intervenir en la barbarie.

El Gobierno, entonces, anunció que se estableció un puesto de mando unificado en Ocaña. Además, son 2.000 los nuevos soldados del Ejército los que han llegado a reforzar los casi 12.000 que hay en la zona. El vicepresidente, Óscar Naranjo, dijo que se priorizarán los proyectos de inversión para dotar de oportunidades la zona.

Varias voces entre las autoridades locales y miembros de la sociedad civil han pedido que el Gobierno no sólo sea reactivo, algo común en las reacciones desde Bogotá, sino que vea en el Catatumbo una zona que necesita de enormes inversiones para empezar a recuperarla. Estamos de acuerdo. No hay otra manera de vencer el atraso histórico y la permanencia de los grupos ilegales que con una presencia estatal contundente. Las inversiones anunciadas por Naranjo son un buen primer paso, pero el próximo gobierno debería considerar a esta zona su prioridad.

Es inaceptable que sólo nos sigamos acordando de algunos lugares del país cuando estalla la crueldad de la guerra en ellos.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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