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El descenso del América

El sábado pasado se dio un evento que parecía imposible: el América de Cali, equipo emblemático del fútbol colombiano, descendió a la categoría B.

El Espectador
19 de diciembre de 2011 - 11:00 p. m.

El trece veces campeón y finalista en cuatro ocasiones de la Copa Libertadores de América, uno de los grandes, pues, se jugó la promoción contra el humilde Patriotas, de Boyacá, que lo venció en la definición con tiros desde el punto penal.

Podría pensarse que es sencillamente el castigo lógico para el equipo que llegó a la grandeza de la mano de una elocuente relación con el narcotráfico en los años ochenta, con el consecuente ingreso deshonroso a la Lista Clinton (la lista negra creada por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en donde se nombran personas o empresas vinculadas al narcotráfico y se sanciona a quien haga negocios con ellas).

Ciertamente, el dinero proveniente del narcotráfico, ese cáncer que afectó a la mayoría de clubes colombianos y que desbordó los niveles de ética de árbitros, jugadores y dirigentes, en el América hizo metástasis. Pero no es sólo eso lo que explica su triste realidad actual. La crisis del equipo caleño es reflejo del deterioro general del fútbol profesional colombiano, que en los últimos años ha vivido una profunda crisis financiera. Las deudas, los problemas con los patrocinios, los salarios y la seguridad social no pagados a jugadores que tienen al deporte como su modo de ganarse la vida, entre otros líos, han sido la constante. Aunque al día de hoy el América está a paz y salvo con sus jugadores, no lo estuvo por mucho tiempo.

El América es sólo un ejemplo, tal vez el más visible y representativo, de la crisis que vive este deporte. Es cierto que el Gobierno aprobó la ley 1445 de 2011 (más conocida como la Ley del Deporte), así como también una serie de mecanismos (entre ellos, el acuerdo para el fortalecimiento del fútbol profesional colombiano, firmado por Angelino Garzón, Jairo Clopatofsky, Ramón Jesurum y Luis Bedoya). Sin embargo, aún no hay resultados materiales favorables. Los equipos que no están al día con sus trabajadores, por ejemplo, siguen jugando cuando, a la luz de la nueva reglamentación, deberían ser suspendidos.

Las nuevas normas son muy útiles siempre y cuando se apliquen. El ejemplo más visible es el Club Los Millonarios, que se convirtió en sociedad anónima, está al día con los pagos y su renacer económico se ha reflejado en las canchas dentro de un proceso rescatable y ejemplar. Pero éste, y algunos otros equipos, son más bien la excepción.

La crisis puede extrapolarse a la selección nacional, que en plenas eliminatorias para el próximo Mundial de fútbol no tiene hoy director técnico, después de la improvisación en la designación de Leonel Álvarez.

El cambio debe ser estructural, por medio de control y seguimiento a los dineros (esa es la idea de las sociedades anónimas, en donde los hinchas son parte de la veeduría de sus propios equipos) y, muy probablemente, con una reforma en la dirigencia. No han ido por buen camino en todos estos años. Carlos ‘El Pibe’ Valderrama lo dijo hace unos días, y nadie puede negar que algo de razón hay en sus palabras: se han retirado jugadores, técnicos y hasta periodistas, pero los dirigentes del fútbol colombiano siguen ahí. La renovación y el cambio de enfoque podrían servir mucho. Más cuando, insistimos, se tienen mecanismos legales muy pertinentes para que este deporte, el más querido por los colombianos, pueda estar mejor. Lo del América de Cali es lamentable, pero es un ejemplo patente del mal proceder en la gestión de los equipos colombianos. Ojalá que, en positivo, también sirviera su ejemplo.

Por El Espectador

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