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Las alarmas están encendidas desde hace rato y parece que no las quisiéramos escuchar: los colombianos están perdiendo la confianza en las instituciones y en la democracia. Los datos publicados esta semana por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) sobre cultura política y legitimidad de las instituciones, tomados en el 2021, muestran un retroceso que se vuelve más angustioso cuando se tienen en cuenta los escándalos que llevamos en los primeros tres meses de este año electoral. Si continúa el deterioro de los valores democráticos, nuestro país puede caer en un abismo de complacencia con el autoritarismo y el populismo. Los líderes políticos, vale decirlo, no han ayudado a proteger la democracia de la que se sirven.
La Encuesta de Cultura Política (ECP) del 2021 muestra que las personas están confiando menos en la democracia y en las instituciones del Estado. Esto confirma una tendencia mundial, donde las democracias liberales se han visto amenazadas por una mezcla de populismo en los discursos y desconfianza creciente en ciudadanías cansadas por el estancamiento político. El dato quizás más preocupante del DANE tiene que ver justo con el año electoral en el que nos encontramos: mientras que en 2019 un 46,9 % de los consultados dijeron estar muy insatisfechos con la forma en que la democracia funciona en Colombia, en la medición de 2021 la cifra alcanzó el 52,2 %. ¡Más de la mitad del país está insatisfecho con la democracia! Y no habíamos visto los escándalos de los últimos meses.
¿Cómo estará esa medición después de que las principales fuerzas políticas anunciaron sin pruebas un fraude electoral? ¿Cómo andará la confianza en la democracia cuando dos expresidentes van diciendo, en voz alta y sin sonrojarse, que sin un reconteo no se pueden aceptar los resultados de las elecciones legislativas? Cuando presentó la ECP, Juan Daniel Oviedo, director del DANE, dijo que la Registraduría “tuvo el deterioro más importante de la percepción de confianza. En el 2019 aproximadamente el 31 % de los colombianos ‘confiaba mucho’ en la Registraduría; en el 2021, solo el 18,3 % ‘confía mucho’ en la institución”. Esto, tenemos que insistir, con datos del año pasado, cuando el registrador, Alexánder Vega, no había desatado una cadena de torpezas que pusieron en escrutinio todo el proceso electoral.
El problema es que cuando la confianza en la democracia y las instituciones se pierde, todo el aparato estatal empieza a tambalear. Recuperar la legitimidad es un proceso demorado, complicado, pero no parece ser prioridad de los líderes políticos. Eso es un error de cálculo histórico: si las personas no confían en la democracia, la gobernabilidad desaparece y solo los peores populismos salen a flote.
¿Qué reflexión le merecen estas cifras a la Presidencia de la República? Porque esta administración ha jugado con fuego estos cuatro años al despreciar las instituciones y los pesos y contrapesos. Poco ayuda a la legitimidad electoral, por ejemplo, que el presidente Duque no desaproveche oportunidad para criticar las propuestas de un candidato presidencial, opositor por lo demás, aunque nunca lo haga con nombre propio. ¿Por ganar se vale todo, incluso destruir los acuerdos sobre los que hemos armado nuestro aparato estatal? La alarma sigue sonando, ¿alguien la escuchará?
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