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Facebook fracasó rotundamente en su promesa (siempre floja) de proteger a sus usuarios. Esta semana se supo que Cambridge Analytica, una empresa de consultoría y asesoría a campañas políticas, le vendió a Donald Trump y su campaña a la Presidencia de Estados Unidos los datos personales de aproximadamente 50 millones de usuarios. Con esa información se construyeron mensajes muy específicos para manipular a los ciudadanos (lo que en Colombia llamaríamos sacarlos a votar berracos) y, en últimas, ganarle a Hillary Clinton en la carrera para la Casa Blanca.
Todo eso fue culpa de Facebook.
Aunque el gigante tecnológico ha insinuado que se trata de una “filtración” de información, lo que lo hace parecer como una víctima más, la realidad es otra: hubo un error gravísimo en el diseño. En su afán de obtener la mayor cantidad de información posible y ponerla a disposición de desarrolladores y anunciantes, lo que la ha convertido en una de las empresas más rentables del planeta, Facebook permitía que, si un usuario aceptaba dar los datos a una aplicación, esa era la entrada para que los creadores de dicha herramienta accedieran también a los datos de los amigos de ese usuario. Un desastre.
Por eso, Cambridge Analytica pidió diseñar un test de personalidad que entretenía a los usuarios de Facebook, pero en el fondo estaba almacenando sus preferencias políticas, religiosas e incluso datos sensibles como su género y su raza, y los estaba enlazando con sus comportamientos en la red. En síntesis, la empresa consultora sabía muy bien quiénes eran esos 50 millones de personas, cómo pensaban, a qué mensajes eran sensibles y, peor aún, cómo manipularlos.
Por supuesto, las campañas políticas codiciaban esa información que, aunque no se obtuvo por medios ilegales, sí demuestra una falta de consideraciones éticas indignante y preocupante. ¿Tenemos que resignarnos como sociedad a que en la política todo vale, siempre, sin importar el costo?
Esto es un llamado a despertar. Durante muchos años nos hemos acostumbrado a dar nuestros datos, que son la moneda moderna, sin ningún tipo de cautela. Además, las empresas como Facebook se han convertido en supraestados digitales que imponen las reglas a su antojo y construyen sus modelos de negocio a costa de nuestra privacidad. Pierde la democracia y pierden nuestras libertades individuales.
En entrevista con CNN, Mark Zuckerberg, cabeza de Facebook, dijo que “tenemos la responsabilidad de proteger los datos de los usuarios y si no podemos hacerlo, entonces no merecemos servirles”. En efecto, el gigante fracasó y no merece seguir siendo el dueño de nuestras vidas digitales. Tenemos que responsabilizarlo de sus fallas.