Después de mucha deliberación, la administración de Enrique Peñalosa propuso uno de los cambios más interesantes sobre este tema en décadas: la desaparición del taxímetro y su reemplazo por tabletas. La medida, que está programada para arrancar en los próximos días, soluciona muchísimos problemas y da un aire fresco a la relación entre los ciudadanos y los taxistas. Sin embargo, el gremio ha reaccionado de manera negativa.
Hugo Ospina, vocero de los taxistas, ha repetido en varias ocasiones que no está de acuerdo con la medida. Entre las razones que menciona están la inseguridad (por cargar ahora dos tabletas en los vehículos) y las tarifas.
Aunque el primer reclamo es entendible, pues el crimen más común contra los taxistas es el robo de celulares, no es motivo para frenar la evolución. Lo que se puede solucionar con comprar pólizas de seguros y más coordinación con la Policía no puede ser un motivo para tirar por la borda todo el proceso.
El tema de las tarifas está contemplado en las aplicaciones, que deben dar cuenta del tiempo que los taxis gastan en los ineludibles trancones. Nuevamente, no es un motivo para entorpecerlo todo.
Especialmente porque la desaparición del taxímetro responde a la mayor preocupación de los bogotanos con respecto al servicio de taxis. Ayer, RCN Radio dio a conocer un estudio de la Secretaría de Movilidad del Distrito donde se encontró que, en los tres meses del 2018, se han presentado siete denuncias al día por taxímetros adulterados.
El 35 % de las quejas de los ciudadanos contra los taxistas es por estos taxímetros adulterados, seguidos por la conducción peligrosa (24 %) y carreras negadas (13 %). En total, la Policía dijo que van 1.184 taxis sancionados por adulteración de taxímetro. En efecto, no son “todos” los taxistas, pero la aparición de estos hechos es suficiente razón para que la gente desconfíe.
Toda la situación que surgió con la entrada de Uber, Cabify y similares al mercado colombiano, además de ser un lío normativo, dejó en evidencia que los ciudadanos están cansados de un servicio deficiente y ejercido durante muchos años con la arrogancia de quien se sabe indispensable. Los constantes paros de los taxistas, a quienes hemos acompañado en sus reclamos laborales pero no en sus caprichos, se fueron debilitando a medida que la tecnología permitió la oferta de servicios seguros y de buena calidad.
A la ciudad no le conviene el debilitamiento del servicio de taxis, por eso debe evolucionar con miras a volver a ganarse a los usuarios. La eliminación de los taxímetros es un excelente primer paso. Ojalá abandonen la resistencia y colaboren para que su implementación sea un éxito y el respiro que tanto necesita la ciudad.
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