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Las groseras tergiversaciones de la verdad que se han escuchado en el Congreso de la República a propósito de un proyecto de ley sobre educación sexual muestran, precisamente, por qué necesitamos mejorar este tema en el país. El expresidente Álvaro Uribe Vélez dijo que “anticipar por razones ideológicas la sexualidad de los niños es promover la violación y destruir la esencia de la niñez”. María Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático, afirmó que “pretenden dirigir la identidad sexual de nuestros niños de todas las edades”. Miguel Polo Polo, representante a la Cámara, fue un paso más allá: “Lo único que quieren es lavarles la cara a los pederastas”. Cualquier persona desprevenida que escuche eso creerá que en Colombia estamos al borde de un abismo de pura decadencia. La realidad dista mucho de eso.
El proyecto de ley 229 de 2021 busca que la educación sexual se imparta en todos los grados escolares hasta la universidad y se haga con un enfoque diverso, que ayude a prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Aunque viene desde la legislatura pasada, recibió el apoyo vehemente de la bancada del Pacto Histórico y de los ministerios de Hacienda y Educación. Tiene sentido: aterriza en el medio de un debate que por muchos años Colombia no ha querido dar, generando consecuencias nefastas. Cuando no hay educación sexual abierta, de calidad y desde temprana edad, estamos creando espacios para que niños, niñas y adolescentes estén en riesgo. En vez de ocultar el tema, como pretenden muchos, la experiencia internacional muestra que la transparencia es el mejor camino.
Tal vez la que mejor justificó el proyecto fue Luz María Múnera, representante a la Cámara del Pacto Histórico. En su intervención, fue clara al decir que “853.600 adolescentes entre 15 y 19 años se convirtieron en madres entre 2015 y 2021. Así mismo, 36.743 niñas entre 10 y 14 años quedaron embarazadas. Si bien existen intentos de brindar educación sexual a menores, no se aborda el problema de forma integral ni con enfoque de género. Y sí, es un problema de género: un 43,5 % de las madres adolescentes son por lo menos seis años menores que su pareja”. Si sabemos que la mejor herramienta contra cada una de estas situaciones es la educación sexual, ¿por qué el temor?
La respuesta es la tergiversación. Miembros del Centro Democrático, del Partido Conservador, de Colombia Justa Libres, el Mira y el ala cristiana del Partido Liberal han dicho que esto es una violación a la autonomía de los colegios y de los padres de familia; que el Estado no tiene por qué intervenir en cómo se educa a sus hijos. Sin embargo, lo que está ocurriendo es que la educación sexual no ocurre o es deficiente. El año pasado, una encuesta de la Universidad Javeriana a 1.373 colegios encontró que 69,7 % de ellos no capacitaron a sus docentes en educación para la sexualidad, 73,63 % no lo hicieron en prevención del embarazo y 87,84 % no los capacitaron sobre VIH ni enfermedades de transmisión sexual. Algo tiene que cambiar.
Sabemos que es un debate difícil, pero un primer paso sería que quienes se oponen abandonen las posiciones extremas y agresivas. Colombia necesita mejor educación sexual.
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