Cuando el presidente de la República, Gustavo Petro, anunció la televisación de sus consejos de ministros, dijo que lo hacía por transparencia; para acercar a las personas a la forma en que se construía el cambio. La transparencia ha sido notable, en efecto, pero lo que ha quedado en evidencia no es un proyecto político con metas claras y capacidad de ejecución, sino una Casa de Nariño sepultada por la desinformación, las rencillas internas y un líder que tiene más interés en dar discursos que en administrar de manera responsable. El consejo de ministros que vimos esta semana dejó una avalancha de nuevas postales preocupantes y todas llevan a la misma inquietante conclusión: la personalidad del presidente lo define todo, tanto sus triunfos como sus múltiples fracasos.
Podríamos elegir declaraciones puntuales del presidente, quien se mostró errático y a menudo distraído. Por ejemplo, el comentario racista sobre la vicepresidenta, Francia Márquez: “A mí nadie que sea negro me va a decir que hay que excluir un actor porno que creó el sindicato de trabajadores sexuales”. También está su poco disimulada misoginia: “Yo me paso el 80 % de mi tiempo en la Presidencia atendiendo los problemas de los conflictos entre las mujeres (...) Los mayores problemas de este gobierno es la pelea a muerte, donde se tiran a las personas, más en las mujeres”. Sin embargo, es importante concentrarnos en tres problemas adicionales: la falta de claridad con el gabinete, la desinformación sobre actores del sistema de salud y el anuncio de decisiones impulsivas y sin mayor sustento.
Además de quejarse de que “las mujeres” de su gabinete se la pasen discutiendo (¿en qué año estamos?), el presidente volvió a declararse víctima de una persecución y anunció un nuevo revolcón ministerial. “La mayoría me han traicionado”, dijo, “yo no puedo tener mi último año con gente que no sepa el programa de gobierno y no lo aplique”. Es una queja que le hemos escuchado en varias ocasiones a lo largo de estos tres años. El presidente se siente cómodo en la trampa retórica de acusar a sus ministros de los fracasos en la ejecución de su gobierno al tiempo que no reconoce el elefante en la habitación: él los nombró y en general falló en tomar un rol de liderazgo. Si un gobierno fracasa, la culpa está en la cabeza; si el presidente no sabe hacer otra cosa que nombrar funcionarios que lo traicionan, quizás el problema está en sus procesos de selección y en el día a día del equipo. Se llama rama Ejecutiva porque se espera pragmatismo, no evasión de responsabilidades.
Al hablar del sistema de salud, el presidente mostró su peor versión. Habló de deudas de $100 billones, un dato engañoso y sin fundamento; acusó a la Contraloría de no saber hacer su trabajo; dijo que todas las deudas son de las EPS (parcialmente cierto, pues el Gobierno no ha asumido sus compromisos adecuados con los giros por paciente) y, en un acto de autoritarismo, estigmatizó al dueño de Keralty, Joseba Grajales Jiménez. Lo tildó de criminal, a pesar de que la Casa de Nariño acaba de ser criticada por la Corte Constitucional por haber violado el debido proceso en la toma de Sanitas.
Para terminar, el presidente pidió sabotear el presupuesto que el mismo Gobierno diseñó, anunció prohibiciones a los fondo de pensiones para invertir en el extranjero sin explicar el raciocinio y se comportó de manera hostil hacia cualquiera que lo contradijera. Con un año restante en su Gobierno, el presidente Petro terminó de mostrar su verdadero rostro. A pesar de los colombianos.
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