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Elegirá 167 nuevos diputados a la Asamblea Nacional, la misma que le fue entregada al oficialism o en diciembre de 2005 cuando la oposición, en uno de sus más lamentables errores, se abstuvo de participar en los comicios ante la creencia de que su inasistencia en las urnas deslegitimaría al gobierno. Seis años después las cosas se perciben diferentes ante el desgaste del chavismo y con una oposición que parecería haber aprendido de las costosas lecciones del pasado.
En primer lugar está el partido de gobierno, el PSUV, que se enfrenta a una difícil situación interna luego de 12 años en el poder. Entre los motivos se encuentran: las condiciones de inseguridad que afectan a todos por igual; una inflación desbordada, que es el más perverso impuesto para los pobres; una corrupción y una impunidad rampantes, con casos aberrantes como el del despilfarro de miles de toneladas de comida que se pudrieron en los puertos en medio del desabastecimiento; la arbitrariedad reiterada de las autoridades en contra de sus opositores, con medidas restrictivas a medios de comunicación y la apertura selectiva de procesos judiciales a quienes adversan al gobierno, y las medidas ilegales como la que llevó a Franklin Brito, un pequeño agricultor, a dejarse morir de hambre ante las injusticias que se cansó de denunciar en su contra. Hechos, todos, que parecerían favorecer un buen desempeño de la oposición.
Las cosas, sin embargo, no son tan sencillas. De un lado, a pesar de los elementos mencionados, el chavismo mantiene unos niveles de aceptación que, sin ser las mayorías de años atrás, todavía rondan el 50%, gracias a los programas asistencialistas mediante los cuales el gobierno ha logrado mejorar ciertos indicadores sociales, tal y como lo reconoce la Cepal. De otro lado, la figura del presidente Chávez, que concentra los tres grandes poderes públicos en su mano, así como la absoluta ventaja que le da la nueva legislación electoral, diseñada a su medida hace un año, y el control de las fuerzas militares y de policía se siguen constituyendo en la mejor garantía de la continuidad de un régimen que cada vez escora más hacia el autoritarismo.
En segundo lugar está la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que aglutina en su seno a la mayoría de los partidos de oposición. Por primera vez los sectores antichavistas han logrado escoger candidatos únicos para las distintas circunscripciones electorales con la esperanza de que la unión, al menos en este caso, logre efectivamente la fuerza suficiente para alcanzar una significativa representación en la Asamblea Nacional. Los analistas más ecuánimes parten de la base de que los resultados podrían estar entre lograr un pesimista 25% de los diputados, hasta los que creen que con un excelente desempeño podrían estar entre el 35 y el 45%, lo cual no alcanza para que tengan la mayoría de este órgano unicameral, pero sí les permitiría contar con una voz colegiada que sea alternativa de poder para los comicios presidenciales de 2012.
En tercer lugar aparece una fuerza representada por el partido Patria Para Todos (PTT), que se desgajó del chavismo, pero que tampoco se ha alineado con la oposición. Su propuesta, con el liderazgo del eficiente gobernador de Lara, Henri Falcón, podría ser una sorpresa si logran obtener una votación significativa en el nicho de la tercería y con la premisa de la reconciliación nacional, tratando de pescar en la gran corriente de los votantes denominados “Ni-Ni”, por no estar de acuerdo con ninguno de los dos grandes bandos en contienda.
En estos días finales la oposición redobla sus acciones para volver por sus fueros, mientras la bien aceitada maquinaria gubernamental está haciendo todo el esfuerzo posible para movilizar a sus huestes sobre la base de la inclusión social. En el fondo, Fidel Castro —a pesar de haberse declarado “malinterpretado”— admite que su modelo político, ese mismo que Chávez ha ensalzado hasta la saciedad, ya no es replicable ni siquiera en Cuba. El pueblo venezolano tiene la palabra.