Se presentaron otras masacres, esta vez contra miembros de la Fuerza Pública. En actos de violencia que demuestran la deshumanización del conflicto, soldados y policías que estaban realizando labores de choque contra los cultivos ilícitos y contra la minería ilegal fueron emboscados. La tragedia nos deja, una vez más, sin palabras y llenos de horror. Se anunció el reforzamiento del pie de fuerza en el Catatumbo y el país se ha unido en el rechazo, pues quienes trabajan por construir una mejor Colombia, por protegernos a todos, no pueden ser víctimas de estas tragedias. ¿Seremos capaces de detener el horror?
El jueves, en Caucasia (Antioquia), dos patrulleros de la Policía Nacional fueron asesinados por miembros de grupos ilegales. Se encontraban en medio de un operativo contra la minería ilegal, uno de los grifos abiertos que tiene el país y que financia la violencia. Según dijo el presidente de la República, Iván Duque, se trató de “Jaime Luis Castaño Castilla y Carlos Enrique Calderón. Se encuentra herido el intendente Luis Hernando Infante. Estos hombres buenos, luchadores, trabajadores, fueron asesinados en una operación contra la extracción ilegal de minerales. Extracción que adelantan grupos armados como el Eln, los Caparros, el Clan del Golfo”.
Colombia ya estaba en duelo reciente. Además de las masacres en contra de la población civil, la semana pasada cuatro soldados del Ejército fueron masacrados en la zona rural del Catatumbo. Según el comunicado oficial del Ejército, los soldados profesionales Óscar Eduardo Mendoza Ávila, Vicente Antonio Medrano Mejía y William Felipe Melchor Galindo, y el suboficial de grado cabo segundo Hélmer Mauricio Ortiz Flórez “habrían sido ultimados en estado de indefensión, con tiros en la cabeza, infringiendo así los Principios de Humanidad, Distinción y Proporcionalidad propios del Derecho Internacional Humanitario”. Estaban realizando labores de erradicación de cultivos ilícitos. En respuesta, el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, dijo que “este crimen atroz indigna, duele mucho y nos obliga a incrementar nuestras acciones en la lucha contra el narcotráfico. El mejor homenaje a las familias, a quienes hacemos llegar nuestra solidaridad y acompañamiento, así como a sus compañeros, es seguir empeñados todos los días con más fuerza en el combate a quienes se lucran con el narcotráfico”.
Cabe anotar que tanto el presidente Duque como el ministro Trujillo se refirieron a estos hechos como una “masacre”. Estamos de acuerdo en el uso del término. Pero la pregunta es necesaria: ¿para qué, entonces, la insistencia hace una semana en el eufemismo de “homicidios colectivos” para referirse a los civiles masacrados en distintas partes del país por grupos al margen de la ley? El país se une en el rechazo al horror cuando las autoridades no entorpecen el debate concentrándose en el diccionario.
Más allá de eso, les expresamos a las familias de las víctimas que las acompañamos en el sentimiento. Estos soldados y policías creyeron en Colombia y dieron todo por defenderlo. A ellos les debemos respeto y honrarlos no solo garantizando justicia, sino construyendo un país en paz donde no tengamos que seguir viviendo el dolor de las masacres.
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