Las últimas semanas de la legislatura llegan con el Gobierno ad portas de poder aprobar dos reformas ambiciosas, mientras el Ministerio de Hacienda necesitó hacer un mea culpa por los problemas en el recaudo. Es un momento trascendental para las ambiciones de la Casa de Nariño: ¿estará dispuesta, por fin, a ceder para obtener triunfos legislativos o seguirá atrincherándose en el discurso irresponsable del bloqueo institucional?
Solo en el primer trimestre de este año, según la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), el Gobierno tuvo $12 billones menos de ingresos por impuestos de lo que necesitaba. Las estimaciones de investigaciones económicas de Corficolombiana calculan el hueco fiscal en unos $16 billones. Como contó El Espectador este domingo, esto se debe a que la DIAN estuvo muy por debajo del recaudo prometido, a pesar de las fuertes inversiones y de la popularidad en medios de su exdirector, mientras que la Corte Constitucional modificó el recaudo por regalías de la pasada reforma tributaria, lo que significó $6 billones de ingresos que se dejaron de percibir.
Todo esto llevó a un inusual momento de reconocimiento de equivocaciones del presidente de la República, Gustavo Petro. “Hubo un error del Gobierno”, dijo el mandatario. “En febrero del año 2023, recién aprobada la reforma tributaria, en el intento de mostrar una reforma tributaria exitosa, se expidió un decreto que aumentó sustancialmente los anticipos de impuesto de renta y la retención en la fuente. Mortal. Porque ahora los grandes contribuyentes ya pagaron el impuesto el año pasado y estamos desfinanciados”. No solo mortal, sino gravísimo, porque el ministro de Hacienda actual, Ricardo Bonilla, tuvo que congelar los gastos del Gobierno de manera temporal. Y sobre esa temporalidad hay dudas, pues no es claro de dónde van a reponer los recursos. Todo parece llevar a lo mismo: el Gobierno hizo cuentas alegres sobre el recaudo y ahora tiene que moderar sus ambiciones.
Con todo, es bueno que haya ese reconocimiento público y que la respuesta del Ministerio de Hacienda sea actuar con responsabilidad y respeto de la regla fiscal. Se trata del idealismo enfrentándose a la necesidad de pragmatismo que implica ser la Rama Ejecutiva de un país con problemas históricos en el ámbito fiscal. También puede señalar un cambio de actitud de la Casa de Nariño: ¿estará dispuesta a priorizar lo lograble para no quedarse estancada en lo que no ha podido avanzar?
Eso nos aterriza de vuelta en el Congreso. La reforma pensional y la ley estatutaria de educación están a un paso de ser aprobadas. Sin embargo, hay nubes negras en el panorama. Fecode citó a un paro nacional para torpedear los consensos que el Gobierno logró construir en el último debate, que implican concesiones necesarias; mientras tanto, la pensional se llenó de solicitudes de enmienda. Es en este momento cuando la coalición oficialista empieza a tropezar con las dificultades de la democracia representativa. Está, por supuesto, la opción de apretar al Congreso o incluso de echar por la borda los avances, lo que significará más discursos sobre bloqueo institucional. Otra posibilidad sería reconocer que es momento de aprobar las reformas posibles. Es mucho lo que la Casa de Nariño puede lograr si toma ese segundo camino.
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