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Llegó ese momento del año en el que las fiestas empiezan a mermar y, con ello, viene una tradición perversa: abandonar a perros y gatos que fueron regalados durante la Navidad. Por estas fechas, año tras año, los albergues de animales y las fundaciones que realizan jornadas de rescate se encuentran sobrecargadas. Son muchos los seres sintientes que son abandonados a su suerte, con mucho sufrimiento de por medio y finales trágicos. Por eso, se nos ha vuelto tradición dedicar este editorial para una petición: si está en su poder, es un gran momento para adoptar a un perro o un gato. Si no puede hacerlo, considere donar alimentos o implementos de limpieza a la fundación de rescate animal que tenga más cercana. Es momento de mostrar solidaridad con quienes compartimos el planeta.
Diciembre es un pésimo mes para los animales. Como comentamos hace unos días, el uso de fuegos artificiales produce muertes en medio del pánico, así como momentos de muchísima ansiedad para animales que no pueden comprender lo que está ocurriendo ni que no están bajo peligro. Abundaron en redes sociales los testimonios de humanos mostrando a sus mascotas en un pánico terrible. En otros casos, incluso se produjeron muertes. Se trata de una práctica inaceptable contra la que debemos seguir luchando.
El problema, sin embargo, no concluye ahí. La otra pésima práctica durante las fiestas es regalar perros y gatos como si se tratase de objetos. Esto genera un montón de sufrimiento que nos exige adoptar una postura moral más responsable. Para comenzar, las personas suelen pagar mucho dinero, en ocasiones millones de pesos, para comprar perros de “raza pura”. Lo que esto oculta es un mercado sin regulación ni supervisión en el que los animales son explotados y las perras y gatas son puestas a parir de forma indiscriminada para poder lucrarse con sus crías. En los “criaderos” menos cuidadosos ni siquiera se respeta el tiempo necesario de contacto entre el animal recién nacido y su madre. Eso termina en problemas del desarrollo o incluso en muertes prematuras. Todo esto financiado por colombianos que quieren dar un “regalo” en medio de la Navidad.
Además, en muchas ocasiones no hay consideración de lo que implica regalar un animal. No se trata de un compromiso pasajero, sino algo que supera la década de compartir espacios. Eso requiere cuidados, inversión en dinero y responsabilidad afectiva. Insistimos: son seres sintientes a quienes se les debe respeto y cuidado, no verlos como una simple entretención. Entonces, lo que ocurre y lo que motiva este editorial es que por estas fechas empiezan a abandonar a los perros y gatos regalados. Y no lo hacen de manera adecuada, entregándolos a una fundación o un albergue del Estado, sino que se dejan a su suerte, en condiciones precarias, causando aún más sufrimiento.
Por eso, si está entre sus capacidades, aprecidado lector y lectora, considere compartir su hogar con un animal abandonado. Los beneficios a la salud mental y física, así como al disfrute de la vida, son múltiples. Más allá de eso, estará haciendo un gesto de generosidad que celebramos. Si no puede, acérquese a las fundaciones y refugios que están superadas por estas fechas. Pregunte qué necesitan y considere dar una donación, que incluso puede ser un simple voluntariado. Es una muy buena manera de comenzar este 2025.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
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