Colombia no puede seguir ignorando sus fronteras ni la crisis humanitaria ocasionada por los refugiados venezolanos que, lastimosamente, sólo seguirá aumentando. Aunque el Gobierno ha tomado unas primeras medidas encaminadas de manera adecuada, el debate sobre cómo responder a la situación y enfrentar el problema general de Venezuela ha estado ausente de la campaña política. Como país, nos acostumbramos a las medidas de emergencia en una situación que hace años se normalizó.
Esta semana que termina, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, anunció varias medidas relacionadas con los refugiados venezolanos. Primera, dijo que no se expedirán más tarjetas de movilidad fronteriza y que sólo podrán entrar a Colombia los venezolanos con pasaporte. Una medida problemática, pues el país vecino ha tenido problemas en la expedición de éstos, pero necesaria: hay que motivar el cruce legal.
Segunda, se aumentará el pie de fuerza en la frontera con más funcionarios de Migración Colombia, 3.000 miembros adicionales de las Fuerzas Militares y más presencia de la Personería y la Defensoría.
Tercera, se implementará un registro único de caracterización sin el cual no se podrá acceder a los servicios del Estado. Cuarta, se creará un “Centro de Atención al Migrante”, con ayuda de la ONU, para atender a 2.000 personas.
Esta decisión por parte de la Presidencia es adecuada, pues demuestra la necesidad de poder formalizar el problema, para dimensionarlo, pero no abandona el hecho de que debemos responder al imperativo moral de recibir a los refugiados que huyen de la situación insostenible en el país vecino.
También nos unimos al llamado del presidente, Juan Manuel Santos, quien dijo: “No permitiremos abusos ni explotación laboral de los venezolanos con ofrecimientos de salarios de miseria. Hago un llamado para que no se utilice la situación de los venezolanos y su dolor para fines políticos”.
Hay varias realidades ineludibles. Con la permanencia en el poder del presidente venezolano, Nicolás Maduro, Colombia deberá seguir ejerciendo presión internacional para que el régimen sea sancionado. Además, la presencia de guerrilleros del Eln en el país vecino es un motivo más para mantener las relaciones diplomáticas en hielo. Mientras tanto, la crisis continuará y más y más venezolanos seguirán llegando.
La respuesta no puede ser seguir de emergencia en emergencia. Desde el gobierno de Álvaro Uribe, por ejemplo, la crisis de Cúcuta se ha manejado con emergencias económicas; pero eso ya es una realidad constante. Necesitamos que el país por fin concentre sus recursos y esfuerzos en la frontera, que se proponga una política pública que, para comenzar, rompa con el desempleo, la desigualdad y la informalidad que es peor en los municipios fronterizos.
Por lo demás, es descorazonador que el debate sobre el tema en la arena electoral se reduzca a una pelea entre candidatos por demostrar quién se parece menos a Nicolás Maduro. Tal vez uno de los retos más grandes para la estabilidad económica y social del país en el futuro cercano es la crisis de refugiados, y no basta con dar discursos grandilocuentes contra el régimen o apelar a la xenofobia trumpiana de cerrar las fronteras. ¿Alguien podrá proponer un plan coherente, integral y eficiente, que cuente con ayuda internacional, para no fallarles a quienes hoy ven en Colombia su única posibilidad de escape de la tragedia? La pregunta queda sobre la mesa.
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