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En tiempos en que la filosofía y la literatura no estaban disociadas, y en los que no era usual para las mujeres asumir su propia formación, Gloria Valencia las estudió ambas y, en la que ha sido tal vez la más valiente empresa formativa, con su compañero de siempre, Álvaro Castaño Castillo, ayudó a difundir, desde 1950, por la HJCK, “el mundo en Bogotá”. Novelas, poemas y cuentos fueron transmitidos con su voz y algunos, como las Fábulas de Rafael Pombo, quedaron grabados y editados en su afán por resguardar la literatura. Una literatura que Gloria Valencia sabía que estaba viva y que le permitió, un par de años después, en Conozca a los autores, demostrar que tenía lo que se necesitaba, no sólo para pasar de la radio a la pantalla chica, sino para hacer que el país entendiera lo que ella ya había comprendido: que la cultura no es accesoria.
“Mi primer invitado fue el maestro León de Greiff (…) El maestro estaba muy asustado y yo también”, recordaba Gloria Valencia, a quien para superar el miedo se le ocurrió pedirle que sacara todo lo que tenía en los bolsillos y sobre esos elementos —un pedazo de pan, una tiza, una servilleta donde estaba escribiendo un poema, un periódico y unas monedas de centavo— desarrolló, en vivo, su programa. ¿Gran improvisadora? No, el talento no se improvisa y si de algo han dado fe sus más allegados es de su tenacidad y disciplina. Estudiaba los guiones, los cambiaba, los complementaba y los volvía a modificar con una pasión propia sólo de los temperamentos decididos; como el que también, en un afán de resistencia, la volcó de la cultura a la política y, en compañía de tres caricaturistas, la llevó a crear, en 1954, el controvertido Lápiz mágico. En esa época, sin embargo, las cosas eran distintas y a la dictadura de Rojas Pinilla no le vino en gracia la forma como ahí se interpretaban las noticias. Clausuró el programa.
La censura no pudo sino fortalecerla y, después de veinte años de hacer periodismo, resguardar el arte y dar conocer el país y el mundo a través de una multitud de programas, muchos de ellos pioneros en su clase, y obtener las más variadas distinciones, Gloria Valencia, en la prueba más fehaciente de su versatilidad, decidió mostrarles a los colombianos las maravillas de la naturaleza. Ahora, también experta en el medio ambiente, presentó, cuando todavía el país no conocía a las programadoras internacionales, los animales y su hábitat. “Así nació Naturalia, un espacio que en sus primeros años debía nutrirse con los documentales y películas que traían las embajadas de los diferentes países en Colombia, ya que no contaba con el presupuesto suficiente para comprar este material”, recordó en una entrevista. Pese a esas dificultades, generaciones enteras aprendieron los misterios del mundo natural con ella.
Tan amplio sería el bagaje de esta verdadera conocedora de su tiempo, que incluso logró hacer de la moda, esa que cambia cada temporada, un asunto digno de consideración y, dada su indiscutible elegancia, su palabra se tomó con toda la gravedad de su voz. Esa misma que el país escuchó por primera vez junto con la de su amigo, y también su marido, con quien adelantó, por más de 60 años, los más osados propósitos en un país en el que faltaba todo por hacer. Ninguno fue fácil y por eso hoy el país les agradece a ambos y se enluta por la pérdida de una gran colombiana.