El nerviosismo por lo que ocurriera en Holanda era especialmente marcado porque ese país se ha caracterizado por su protección a los derechos humanos y la adopción de políticas liberales. Sin embargo, Wilders venía obteniendo mucha fuerza gracias a, como ya es común en la nueva geopolítica global, discursos populistas, aislacionistas y en contra de las minorías. Entre sus propuestas estaba cerrar fronteras (porque los refugiados son el nuevo coco de la ultraderecha) y expulsar a todos los musulmanes del país. Suena familiar. Demasiado familiar.
El problema es que sus ideas estaban siendo bien recibidas entre un sector del electorado que no paraba de crecer. Por eso, sus 20 escaños en el parlamento holandés y cuatro en el Parlamento Europeo, por debajo de las expectativas, se están leyendo como un estancamiento. Ese resultado garantiza que por los próximos cinco años, por lo menos, sea reelegido como primer ministro Mark Rutte y continúen las políticas liberales en ese país.
No obstante, tampoco es para entrar en una gran celebración. El partido de Wilders fue fundado en 2006. En las elecciones de ese año obtuvo nueve escaños; cuatro años después, 24; en 2012 bajó a 15, y este año se apropia de 20. En otras palabras, es una fuerza política que no se puede ignorar y, tal vez más angustiante aún, con la que es muy complicado dialogar.
Además, porque los tentáculos del populismo siguen su paso firme en todos los países europeos. Austria, Dinamarca, Francia, Hungría, Polonia, el Reino Unido y Suecia han visto cómo los partidos ultraderechistas ganan impulso. Éstos, por cierto, no están ausentes en Alemania e Italia, donde, inspirados por sus vecinos, se están organizando cada vez más. Polonia y Hungría, por ejemplo, están gobernados por partidos que miran con recelo a la Unión Europea y han cerrado sus fronteras. Algo que sí debe generar cierta calma son las recientes derrotas de Marine Le Pen, quien parece destinada a perder la Presidencia francesa ante Emmanuel Macron.
No sobra aclarar que el problema no es uno de censura: no pretendemos que ciertos movimientos políticos sean prohibidos de tajo. Pero sí es en exceso angustiante ver cómo a lo largo y ancho del globo llegan al poder políticos autoritarios, con poco respeto por las libertades individuales, propensos a estigmatizar a quienes consideran “diferentes” y con el propósito terco de cerrar fronteras, como si ignorar los problemas del resto del mundo equivaliera a seguridad para el pueblo propio (es, en justa lógica, todo lo contrario lo que en realidad ocurre).
Ante esto, la única respuesta es seguir insistiendo en los principios liberales que prefieren apostarle a un mundo unido, construido sobre la empatía, las libertades individuales y la búsqueda de soluciones comunes. La lucha será larga. Holanda, sin embargo, nos da una pequeña victoria. De esas hay muy pocas en los últimos tiempos.
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