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Casi el 80 % del territorio de Haití está controlado por bandas criminales, lo que forzó el lunes pasado la renuncia de su primer ministro de facto, Ariel Henry, y la constitución de un Consejo Provisional. La posibilidad de una salida, al menos al caos reinante en el momento, es que este gobierno de transición, junto a la comunidad internacional, ayuden a realizar unas elecciones libres y transparentes.
Ante la gravedad de la situación, Henry viajó a Kenia para asegurar el envío urgente de una fuerza policial de mil hombres que, bajo la cobertura de la ONU, ayudara a restaurar el orden. Cuando regresó, el aeropuerto había sido tomado por grupos armados que impidieron su llegada, quedando varado en Puerto Rico. Jimmy Chérizier, alias Barbecue, caudillo de la G-9 y Familia, que agrupa a nueve de los más poderosos grupos criminales, había amenazado con desatar una guerra civil si Ariel Henry regresaba al país, así que exigía su renuncia y el adelanto de elecciones.
El lunes anterior, los jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Países del Caribe (Caricom), así como representantes de los partidos políticos, órdenes religiosas y organizaciones de la sociedad civil y del sector empresarial acordaron en Jamaica la conformación de un Consejo Provisional que abra paso a la realización de comicios. La inestabilidad sin precedentes comenzó con el magnicidio de Jovenel Moïse, en 2021, que había logrado un cierto manejo de la seguridad. Henry, su sucesor, prometió elecciones en pocos meses, pero se quedó en el poder con la excusa de la compleja situación de orden público.
La situación en Haití es una amenaza para los Estados Unidos y Canadá, países que albergan una gran colonia de migrantes de dicho país. En los últimos años se ha presentado una nueva migración masiva de quienes huyen en embarcaciones inseguras o por tierra tratando de ingresar desde México. Los haitianos conviven con la miseria y padecen una crisis humanitaria permanente. El país, de once millones de habitantes y con una fuerza policial de unos diez mil efectivos, vive en su mayoría de la solidaridad y los aportes de la comunidad internacional. Estados Unidos ha prometido, en esta coyuntura, una inversión logística de US$200 millones.
En el último año los haitianos han vivido sus peores momentos con la presencia activa de 200 pandillas criminales, que realizan secuestros indiscriminados. De esta manera, el país más pobre del continente, y uno de los más pobres del mundo, pasó de sufrir devastadores fenómenos naturales como terremotos y huracanes, y los desastrosos efectos de la pandemia, a padecer gobernantes corruptos, asesinatos políticos, narcotráfico y, en los últimos años, bandas delincuenciales que controlan grandes territorios y se enfrentan con grupos rivales, además de su lucha contra cualquier forma de autoridad.
En las últimas semanas, la violencia ha alcanzado niveles demenciales que son compartidos en las redes sociales, en especial los vejámenes contra miembros de la policía. Hace unas semanas Barbecue, el expolicía de élite que luego se dedicó a la delincuencia, atacó la Penitenciaría Nacional y la cárcel Croix des Bouquets, para liberar a más de 3.700 prisioneros, como muestra de su poder. El fin de semana anterior, bandas criminales atacaron la sede del gobierno e intentaron quemar el Ministerio del Interior, pero fueron repelidos.
El Consejo Provisional debe poder contar con el apoyo inmediato de una fuerza internacional que asegure el orden interno y cree las condiciones propicias para que se lleven a cabo, en breve plazo, las postergadas elecciones. La crisis es urgente.
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