Publicidad

Humedales de Bogotá: oportunidad de conciliación

No puede olvidarse la urgencia de no intervenir -sino conservar- un ecosistema vivo muy frágil y propenso a ser disminuido cuando hay otros intereses en juego.

El Espectador
02 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.
Humedales de Bogotá: oportunidad de conciliación

En su segunda administración, Enrique Peñalosa enfrentará retos complejos para llevar a cabo sus propuestas. Entre ellas las que tienen que ver con los elementos naturales de la estructura ecológica de la ciudad, en especial los humedales.

En su primer gobierno éstos estuvieron siempre presentes, pero como objeto de conflicto, con académicos y grupos locales. Los humedales, en su carácter ecológico propio, no formaban parte de sus planes. Por el contrario, hubo varias propuestas para convertirlos en parques recreativos, se opuso a los cierres de los mismos que se hacen con fines de manejo de su biodiversidad e incluso llegó a contratar alamedas, luminarias y ciclorrutas en sus inmediaciones. Muy significativos en la evolución de los conflictos sociales y ambientales fueron los humedales de Córdoba y La Conejera, que no fueron los únicos. Prácticamente en todos se vivió el mismo proceso. Líderes locales, antes de las elecciones, recordaron varias decenas de acciones populares y demandas que llegaron a los tribunales. Algunos de ellos fueron resueltos a favor de los demandantes por el Consejo de Estado. Hubo fallos contra la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y autoridades administrativas que llamaron la atención sobre el carácter legal que cobija a estos espacios, cuya gestión adecuada compromete al país en el marco de la Convención Ramsar. Un conjunto importante de jurisprudencia se convirtió en elemento adicional para la gestión de los humedales en el resto del país. Es un caso sin precedentes de construcción de una política pública desde las bases que llegó a una legislación supranacional.

Hoy, La Conejera y Córdoba son ejemplos de parques naturales urbanos de humedales, que han sido reconocidos a nivel internacional. Allí donde “sólo había ratas y kikuyo”, hoy son refugios de biodiversidad urbana con especies en peligro y migratorias. Son además espacios reconocidos y usados para la recreación pasiva, y sitio de investigación, como lo atestiguan decenas de tesis de grado de estudiantes nacionales y extranjeros. Además, se ha demostrado en la práctica que existe gran posibilidad de restauración y recreación de sus condiciones. Hoy Bogotá ha avanzado tanto -aunque el camino que falta es largo- que el Complejo de Humedales Urbano de Bogotá podría calificar en la lista de humedales de importancia internacional. Las organizaciones que defendían cada sitio de las propuestas urbanísticas del alcalde, así como la Red de Humedales de la Sabana de Bogotá, salieron fortalecidas.

Pero estos humedales enriquecidos por la acción popular no han llegado explícitamente al plan de gobierno de Enrique Peñalosa. Al menos cuando habla de viaductos encima de La Conejera, ya reconoce su existencia. Por supuesto, los retos de hoy son mayores en términos de movilidad, espacio público y manejo de caudales de escorrentía, sobre todo en épocas de extremos, como lo vimos en la pasada Niña. Pero no puede olvidarse la urgencia de no intervenir -sino conservar- un ecosistema vivo muy frágil y propenso a ser disminuido cuando hay otros intereses en juego.

¿Optará el nuevo alcalde por la vía de la confrontación? Esta es una oportunidad para aplicar la conciliación, que anunció desde Nueva York cuando recibió al apoyo de Mockus. Los humedales son esenciales para nuestro futuro, señor alcalde, por favor no los olvide.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar