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Un embrollo que encontrará solución con el pasar de los días: la salida irremediable de Morales, su reemplazo temporal por parte del vicefiscal Wilson Martínez o el nombramiento, en caso de que él no acepte, de un fiscal interino (de reemplazo). Todo lo cual solamente anuncia una nueva parálisis en el ente acusador, que tiene su causa en múltiples factores.
Muchos sectores han dicho que con la nulidad de la elección de Morales el uribismo triunfó. ¿Y cómo culparlos? Es obvio que alrededor de todo este proceso ha habido un juego político despreciable, del cual el retiro forzoso de la fiscal es apenas el último capítulo: el bloqueo de las diferentes ternas que enviaba el entonces presidente Uribe por parte de la Corte Suprema de Justicia fue el primer paso. Claro, eso si no miramos atrás, a la campaña de desprestigio que desde ese gobierno se lanzó contra esa misma Corte ni a la desafiante presentación de unas ternas de bolsillo. Luego, cuando el presidente Santos cambió la terna y el país llevaba el vergonzoso período de 16 meses sin fiscal en propiedad, la Corte decidió, como lo confirmó el Consejo de Estado, modificar el reglamento de votación para, ahora sí, en un nuevo ambiente político, decidir de inmediato. Tampoco creemos que fuera por un interés legítimamente democrático que se demandó dicha elección, sino para detener las investigaciones que comenzaban a avanzar o, casi lo mismo, para darle oxígeno a la peregrina idea de que dichas investigaciones correspondían a una supuesta “venganza criminal”.
En resumen, Morales se fue por lo mismo que llegó: el pulso político de dos sectores opuestos. Lo cual, en una democracia seria, que se precia de ser muy antigua, resulta lamentable. Como lo es también que de nuevo estemos en una interinidad que, de continuar por ese mismo camino de las rivalidades de corte político, se anuncia tan traumática como la que parecía haber terminado con la elección de Viviane Morales.
Varias dificultades, nada menores, se tienen al frente. Primero, por la decisión del mismo Consejo de Estado en el sentido de que quien venga a reemplazar a la fiscal solamente habrá de terminar el período institucional. ¿Quiénes estarían dispuestos a integrar una terna para una misión de solamente un año y algo más? Y hay más interrogantes. ¿Se mantendrá la interinidad del actual vicefiscal mientras se surte el proceso de elección o la Corte buscará nombrar un encargado de su gusto? Y de ser así, ¿dilatará de nuevo la Corte el nombramiento de un titular?
Es urgente y necesario obviar todos estos obstáculos. Y la única manera es con la presentación de una terna por parte del Ejecutivo y la posterior elección por parte de la Corte. Un proceso que, esta vez sí, debe tramitarse acorde con la ley y no con modificaciones de excepción u obedeciendo a las pasiones políticas hoy encendidas. Debe ser una terna de personas competentes que no tengan compromisos, agenda política u objeciones de algún tipo. Y, además, personas con el compromiso suficiente con el servicio público para aceptar la histórica misión de servir a la patria por un período tan corto como contribución al encarrilamiento de la institucionalidad tan golpeada.
Ahí queda el pálido reflejo del daño terrible que la polarización ha provocado a este país. El nuevo camino debe ser labrado aprendiendo de esos terribles errores de poner los intereses políticos por encima de las instituciones. Seguir por el mismo camino es suicida. El proceso debe hacerse en tiempo récord, porque el reloj avanza y la impunidad también.