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Una imagen: la Personería de Calarcá, en Quindío, denunció que en las largas filas que se presentan en el municipio para reclamar medicamentos hay personas con armas blancas amenazando a adultos mayores para que les den sus puestos. Se trata de un caso extremo, pero no deja de ser trágico, y muestra cómo la escasez de medicamentos en el país es una crisis en ebullición. El gremio de maestros amenaza con irse a las calles por las fallas en su propio sistema, hoy administrado por el gobierno de Gustavo Petro y que el ministro del ramo nos presentó como ejemplo de las bondades de la reforma a la salud, todo mientras la Casa de Nariño entra en un intercambio de hostilidades verbales con los gestores farmacéuticos. En el Congreso tambalea la reforma, con los congresistas pescando réditos políticos en el río revuelto. Por donde se le mire, hay una crisis sin solución a la vista.
Una declaración: “Nosotros también encontramos que la falta de disponibilidad de servicios y de medicamentos es más grande que la falta de financiación que pueda existir. Es decir, que aquí existe un tema de que hay unos recursos que están para el servicio de salud y que no están llegando a la finalidad, que es tener disponibles los servicios para la población”. Son las palabras sensatas que la defensora del Pueblo, Iris Marín, dio en una entrevista con El Tiempo. Lo hizo en el marco de la preocupación que la Defensoría tiene por el notable incremento de quejas relacionadas con el sistema de salud desde 2022. Los colombianos están angustiados, dice la defensora, por la incapacidad de acceder a médicos especializados, por la dificultad de acceso a servicios médicos básicos, por la escasez de medicamentos y porque las tutelas no están funcionando. El diagnóstico es descorazonador: “Esto hace que prácticamente las personas que necesitan estos servicios se queden sin ninguna herramienta”.
Señor presidente Gustavo Petro, ministro Jaramillo, gremios de farmacéuticas, profesionales de la salud, pacientes, EPS e IPS: estamos en la crisis explícita del sistema de salud. Entendemos que hasta el sol de hoy esa realidad ha estado marcada por el intercambio de estigmatizaciones y culpas. La Casa de Nariño no ha ayudado, por supuesto, pero es momento de sentarse a dialogar. De esto tenemos que salir juntos y de forma urgente. Incluso si la reforma a la salud se aprueba, sus efectos tardarán en verse. Solucionar el momento actual no da espera. Hay personas sufriendo. Eso está por encima de cualquier postura política. El sistema tal y como lo conocemos actualmente necesita un salvavidas, así sea transitorio.
Un primer paso es que haya acuerdo sobre por qué, si hay tanta plata en el sistema, los medicamentos escasean. El Ministerio de Salud habla del pago de $1,6 billones, pero Fenalco habla de $4 billones de deuda con los gestores farmacéuticos que superan los 600 días de mora. Aquí está lo más complejo: parece que ambos tienen razón. Sí, el país está pagando mensualmente las nuevas deudas, pero no está haciendo nada con las deudas vencidas. El sistema entonces está cojeando.
No es momento para la hostilidad ni para apresuradas campañas políticas. El Gobierno necesita al sector privado y viceversa. Con las finanzas tan apretadas, sacar más dinero para el sistema de salud suena a una tarea titánica, pero es necesario llegar a un plan de pagos. Todo comienza por dialogar. Los colombianos lo están suplicando.
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