La encrucijada del Perú

El Espectador
22 de marzo de 2018 - 09:00 p. m.
Lo que le espera a Martín Vizcarra no será un jardín de rosas. Son demasiados los obstáculos que 
deberá sortear tan pronto asuma. / AFP
Lo que le espera a Martín Vizcarra no será un jardín de rosas. Son demasiados los obstáculos que deberá sortear tan pronto asuma. / AFP

La renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) a la Presidencia del Perú, en medio de un escándalo de corrupción y frente a un seguro voto de censura que le esperaba en el Congreso, mantiene al país inmerso en una profunda crisis. A pesar de que se tendrá una transición constitucional al asumir el mando el primer vicepresidente, Martín Vizcarra, el panorama no se aclara. La corrupción, la falta de confianza en las instituciones y la pelea interna de los hermanos Fujimori, Keiko y Kenji, son los principales ingredientes de la actual crisis.

La de PPK era, sin lugar a dudas, la crónica de una caída anunciada. Al haberle vendido el alma a Kenji Fujimori a finales del año anterior, con tal de evitar su destitución en ese momento, ganó un poco de aire y postergó su caída tan solo unas semanas más. Sin embargo, esa agonía prolongada le ha hecho un gran daño al país. En vez de apartarse del cargo en ese momento, y someterse a la justicia frente a los graves señalamientos que se le hacían por su vinculación al escándalo de Odebrecht, traicionó a todo el mundo y cavó su propia tumba. Ahora pasa a engrosar la lista de últimos mandatarios salpicados por diversos hechos de corrupción, algunos de los cuales están en la cárcel o en camino de estarlo. La lista la encabeza Alejandro Toledo, pedido en extradición y de cuyo gobierno fue primer ministro y ministro de Economía y Finanzas PPK; Alan García, a quien se señala de hechos similares y Ollanta Humala, este último encarcelado junto a su esposa por la trama de la empresa brasilera. También se menciona a varias personas del partido de Keiko Fujimori, quien lidera la primera fuerza de oposición.

De allí que lo que le espera a Martín Vizcarra como jefe de Estado no será precisamente un jardín de rosas. Se le considera un hombre sereno, que estuvo apartado de la grave situación que se vivía en el país en los últimos meses como embajador el Perú en Canadá, de donde está retornando a las carreras para asumir el cargo. Es, además, reconocido como un buen gestor. Sin embargo, son demasiados los obstáculos que deberá sortear tan pronto asuma. Hasta el momento los presidentes sin mayoría parlamentaria no han logrado mantenerse en el poder. Alberto Fujimori lo vivió en carne propia y por eso decidió cerrar el Congreso en 1992 mediante un autogolpe, y asumió su nuevo perfil como autócrata. Los desmanes cometidos en materia de derechos humanos y de corrupción fueron los que lo llevaron a prisión, de la que fue liberado por PPK un par de meses atrás.

Los retos son demasiados. Una alternativa es que Vizcarra intente gobernar al Perú con un precario apoyo y siempre sujeto a la “Espada de Fujimori” en el Congreso, que penderá sobre su cabeza. La división entre Keiko y Kenji puede continuar haciendo daño en la medida en que se agudice la polarización. La otra alternativa que tiene el presidente es la de renunciar a su cargo para que se lleven a cabo elecciones generales y se pueda contar con un Ejecutivo con mayor legitimidad gracias al apoyo popular.

En el plano internacional, el país deberá recibir a los jefes de Estado y de Gobierno que participarán en la Cumbre de las Américas en un par de semanas. Es un evento de gran importancia hemisférica, para el cual PPK había anunciado que se excluía expresamente a Nicolás Maduro. Ya se tienen las confirmaciones de asistencia de Donald Trump y de Raúl Castro. ¿Se mantendrá el veto al dictador de Venezuela? ¿Cómo serán los debates entre los mandatarios asistentes sobre el tema de gobernabilidad democrática y lucha contra la corrupción, en un ambiente en el cual algunos de ellos han sido señalados de estar inmersos en hechos delictuosos?

De momento, lo esencial es que se mantenga por encima de todo la institucionalidad a pesar de las dificultades que se han presentado y las que se van a vivir con seguridad a futuro. Los peruanos, hastiados de malos manejos y de la corrupción de sus gobernantes, tienen la última palabra en cuanto a su futuro.

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Por El Espectador

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