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Hay una crisis de la que se habla poco y sobre la que se piensa menos, pese a ser, tal vez, el principal obstáculo para el bienestar de la vida moderna: cada vez más personas se sienten solitarias, viven solas y ven cómo su salud se deteriora por esa situación. Mientras en Colombia los debates electorales se centran en cuestiones económicas y de orden público, en Inglaterra nombraron a una ministra para la Soledad, encargada de dedicarle recursos a solucionar una situación que calificaron de “epidemia”.
El problema no es menor ni caprichoso. Más de nueve millones de personas en el Reino Unido contaron que a menudo se sienten solos. Eso tiene serias consecuencias. Varios estudios científicos, por ejemplo, han demostrado que sentirse solo incrementa el riesgo de que una persona se enferme. Si contrae una enfermedad, la soledad empeora los síntomas. Además, se disminuye la expectativa de vida.
Los perjuicios contra la salud física y mental ocasionados por la soledad, en Inglaterra, se estiman en cerca de 32 billones de libras esterlinas. La soledad es mucho más perjudicial que la obesidad o que fumar 15 cigarrillos en un día. Es un problema enorme de salud pública que suele pasar inadvertido.
Como explicó Stewart Dakers en The Guardian, “lentamente hemos ido perdiendo el contacto con los demás y con la realidad”. “La soledad —agrega— es una enfermedad que no discrimina y que se ha convertido en una epidemia. Hay unos patógenos obvios: la deconstrucción de nuestras comunidades, la conversión de los ciudadanos en consumidores, las políticas de la envidia”.
El año pasado, la Comisión Jo Cox sobre la Soledad estudió la situación en el Reino Unido y concluyó que “cuando la cultura y las comunidades que solían conectarnos desaparecen, muchas personas quedan sintiéndose abandonadas y desconectadas de la sociedad”. Vivir solos, en otras palabras, es una tragedia que se sufre en silencio.
Es evidente la abundancia de factores en la sociedad moderna que fomenta la soledad. La tecnología ha creado el espejismo de estar conectados todo el tiempo, mientras rompe los lazos personales en la vida real y genera desazón en las personas. No en vano Facebook está haciendo cambios a sus algoritmos porque descubrió que sus usuarios se sienten cada vez más infelices por usar la red social.
Colombia, que se precia de ser uno de los países más felices del mundo, tiene la mala costumbre de subestimar la importancia de la salud mental. Por culpa de ser una sociedad plagada de prejuicios, rara vez nos preguntamos por temas como la soledad. Pero la realidad es clara: un informe del año pasado de Medicina Legal contó que en el país hay dos intentos de suicido cada hora. Abundan, además, las personas que viven solas y aisladas, situación que empeora con el aumento de la edad. Demasiados ancianos padecen enfermedades sin tener quién los acompañe.
Rachel Reeves, parlamentaria que presentó el informe de la Comisión Jo Cox, dijo que “necesitamos un nuevo tipo de sistema de bienestar que sirva de punto de encuentro de las personas, ayudándolas a que se ayuden entre ellas”. Estamos de acuerdo. No puede hablarse de prosperidad sin preguntarnos por cómo estamos viviendo y qué efectos produce la desaparición de las instituciones que tradicionalmente han creado comunidades. Necesitamos considerar una figura similar al Ministerio de la Soledad para ver si podemos construir un país menos alienado.
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