La Fiscalía adoptó la sana costumbre de no utilizar los micrófonos de los medios de comunicación para convertir en escándalo cada una de sus actuaciones. En eso, es un bienvenido contraste a la labor del anterior fiscal general de la Nación, Francisco Barbosa, quien hacia el final de su período parecía más en campaña política que liderando una entidad tan importante. Sin embargo, la actual fiscal, Luz Adriana Camargo, parece haberse ido en exceso hacia una postura contraria: de tanto silencio y tanta falta de resultados visibles, la legitimidad de la Fiscalía está cuestionada mientras el país se encuentra convulsionado por tantos procesos de corrupción sin respuestas.
Es momento de reconsiderar la estrategia. Si bien es necesario que la Fiscalía no se utilice como trampolín político ni que todos los procesos se mediaticen, hay que mostrar resultados. Sobre todo cuando los casos están tardando tanto y las filtraciones en medios de comunicación dejan más preguntas que respuestas. Hay que actuar con urgencia para una Colombia con tantas dudas sobre las capacidades de sus autoridades.
Por ejemplo, los avances en el caso de corrupción de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) están tardando en exceso. Lo mismo puede decirse para la Corte Suprema de Justicia. No es posible que, ante evidentes hechos de corrupción, el país siga con tantas dudas. Las constantes filtraciones en torno a supuestos acuerdos, las preguntas por responder sobre las responsabilidades de los determinadores, el hecho de que la fiscal fue nominada por el mismo gobierno al que ahora investiga, no ayudan para el debate público.
Entonces, cada vez que ocurre un escándalo nuevo, la Fiscalía anuncia investigaciones y luego... silencio. Demoras. Filtraciones. Eso sirve de leña para el fuego retórico. La fiscal Camargo carga encima el estigma de parecer parcializada al presidente de turno, algo que todos los fiscales han tenido que enfrentar. La única forma de mostrar autonomía es con resultados. Hasta ahora no se han visto, lo que permite que los discursos polarizadoresy que afectan a las instituciones sigan pululando. No se trata de dudar de la buena fe de la fiscal y su equipo, sino de reconocer que, en medio de la economía de la atención, las narrativas son claves: no basta con que estén andando cambios en la Fiscalía, hay que poder demostrarlos.
En vísperas de cumplir un año en el cargo, la fiscal Camargo tiene que encontrar cuál es la historia que va a contar de su Fiscalía. Hemos visto que su intención es marcar independencia y limpiar las prácticas politiqueras del pasado, propósito que respaldamos. Eso ha implicado un período de ajuste, así como pugnas internas de las que solo hemos visto algunas escaramuzas que llegan hasta los ojos públicos. Empero, con los procesos que están andando y con los que vendrán, es tiempo de encontrar una manera de comunicación más asertiva y de actuaciones que lleven a resultados. No son los políticos los que le deben poner la agenda a esta o cualquier fiscal, pero la autonomía viene con la responsabilidad de mostrarles a los colombianos la utilidad de tener un ente investigador capaz de enfrentar los retos del país. Necesitamos que la Fiscalía tome la palabra, pues el silencio hasta el momento ha causado angustias innecesarias.
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