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La guerra por Warner pone en riesgo el cine y la democracia

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13 de diciembre de 2025 - 05:04 a. m.
Un monopolio que reúne cine, series, plataformas, canales de cable e influyentes salas de redacción tendría un poder inédito sobre la opinión pública.
Un monopolio que reúne cine, series, plataformas, canales de cable e influyentes salas de redacción tendría un poder inédito sobre la opinión pública.
Foto: Edición Revista Vea
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Netflix y Paramount, dos gigantes de la industria del entretenimiento, le apuestan a adquirir Warner Brothers, lo que implicaría una mayor concentración –casi un monopolio– de recursos de producción en menos estudios. Son malas noticias para el ecosistema de películas independientes, para las personas que disfrutan la experiencia de ir a cines y, sí, para la democracia.

Películas como One Battle After Another, Supermán, El Conjuro 4, Sinners, Weapons o Destino final: Lazos de sangre le cosecharon a Warner –estudio con más de un siglo operando– más de cuatro mil millones de dólares en 2025. Este éxito confirma que la demanda por ir a las salas de cine sigue viva. Sin embargo, la primera semana de diciembre, Netflix ofertó comprar parcialmente la compañía por 83.000 millones de dólares. Ted Sarandos, el CEO de la compañía líder en streaming, ha afirmado que ir a la sala de cine es una experiencia obsoleta y que su prioridad es que los espectadores vean películas en casa. Aunque respalda su postura en la baja en las taquillas –que es donde se recuperan buena parte de los gastos de producción de las películas–, sindicatos y actores temen que la disminución en el consumo se acentúe precisamente por esa clase de operaciones. Si eso ocurre, la oferta de películas podría responder todavía más a la lógica del consumo masivo y popular, salir al cine será menos frecuente, más caro o directamente imposible en ciudades pequeñas; el público tendrá una oferta menos diversa y las pequeñas salas correrían riesgo de quiebra.

Pero el tablero se sacudió con una contraoferta hostil: el 8 de diciembre, la productora y distribuidora Paramount Skydance –en cabeza del magnate David Ellison, conservador cercano a Donald Trump– lanzó una oferta pública de adquisición (OPA) hostil de, aproximadamente, 108.400 millones de dólares, esta vez apuntándole no solo a las series, películas y juegos de Warner Bros., sino a las cadenas de televisión, que incluyen a la CNN.

La preocupación en cualquiera de los dos escenarios es no solo el declive de la industria del cine, sino que un monopolio de la producción audiovisual se traduciría en precarizar las condiciones laborales en el medio –pues los sindicatos tendrían menos margen de negociación– y, con ello, menos libertad creativa. Estados Unidos ya posee una hegemonía sobre el cine a nivel mundial, lo que le ha dado influencia sobre la conversación pública y las historias que llegan al mundo. Si los estudios terminan absorbidos por plataformas cuyo negocio depende del consumo en casa, las salas de cine quedarán relegadas a los estrenos, en muchos casos solo para cumplir requisitos que exigen distinciones como los premios Óscar. Todo lo demás –por ejemplo dramas, cine de autor, cine internacional– podría desaparecer de cartelera.

Un monopolio que reúne cine, series, plataformas, canales de cable e influyentes salas de redacción tendría un poder inédito sobre la opinión pública.

En este contexto, urge el pronunciamiento de la Comisión Federal de Comercio y del Departamento de Justicia, que podrían bloquear la fusión o imponer condiciones. El entretenimiento no es solamente un lujo ni mucho menos una forma de matar el tiempo. Los cines, como las noticias, son lugares donde se abren conversaciones públicas y son formas de mirar el mundo. Por supuesto, tienen el reto de adaptarse a nuevos públicos. Pero si esas miradas se concentran en pocas manos, perdemos todos.

Nota del editor: El Espectador y Cine Colombia hacen parte del mismo grupo económico.

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