Después de una cruenta guerra civil que les costó la vida a 75 mil personas y de unas elecciones no exentas de golpes bajos y mutuas recriminaciones, a partir del primero de junio el primer mandatario será el integrante de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), Mauricio Funes. Tras la derrota de Rodrigo Ávila, candidato postulado por el oficialista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), se le pone fin al ejercicio del poder practicado de manera ininterrumpida por la derecha.
Tras su victoria, las voces de aliento al nuevo presidente llegaron de los más diversos lugares y en todo tipo de tonos. El presidente Evo Morales, desde Bolivia, felicitó al salvadoreño y a través de su portavoz, Iván Canelas, dio a entender que esta era una demostración de que las políticas neoliberales impulsadas por Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial no pasan de ser un fracaso. El comunicado de prensa de aceptación emitido por la Cancillería ecuatoriana, hizo énfasis en el supuesto “cambio de época” por el que atraviesa Latinoamérica. Hugo Chávez, desde Venezuela, celebró el triunfo y le hizo extensiva una invitación, en caso de que el nuevo presidente lo considere oportuno, a la iniciativa Petrocaribe que financia la adquisición de hidrocarburos a países de la región, y que desde 2004 ya ha financiado con más de 2.000 millones de dólares a sus 18 miembros.
Otro tanto tuvieron para decir desde Estados Unidos hasta Paraguay y Brasil, de cuyo presidente, Inácio Lula Da Silva, Funes se declara seguidor. La Unión Europea, tras hacerle un cercano seguimiento a las elecciones y felicitar al pueblo salvadoreño por su buen comportamiento en las urnas, aprovechó para instar al nuevo gobernante a que, en nombre de El Salvador, firme el Estatuto de Roma, adhiera a la Corte Penal Internacional y en adelante haga parte de quienes podrán ser juzgados por crímenes de lesa humanidad.
Las preocupaciones, dada la llegada de regímenes de izquierda a Suramérica y el cambio de postura que supuso el arribo de Barack Obama a los Estados Unidos, se centran en si Funes se alineará con la Venezuela de Hugo Chávez o si, por el contrario, seguirá fielmente su vocación reformadora de la mano de la izquierda moderada de su homólogo Da Silva. Ante quienes lo acusaron de querer convertir El Salvador en Cuba, Venezuela o Nicaragua, se mantuvo en que construirá “el sistema económico social, basado en la existencia de la propiedad privada”. Es más, sostuvo que no tenía por qué hacer “lo que están haciendo presidentes de otros países hermanos”. Sin embargo, ya hay quienes estiman que las pausadas palabras y su mensaje de moderación, riñen con el sector más radical del Fmln.
Con todo, los problemas que enfrenta no son pocos. Se sabe que el 37 por ciento de la población salvadoreña vive sumido en la pobreza, y el 11 por ciento de la misma en la extrema miseria. La crisis económica mundial y la recesión de la economía estadounidense golpearán fuertemente a los dos millones de personas, de un total de ocho, que trabajan en Estados Unidos. La inmigración, y de igual manera las peligrosas bandas juveniles que no han sido desmanteladas y tienen relaciones cercanas con el narcotráfico, harán parte de los temas que con seguridad Funes entrará a negociar con el gobierno de Barack Obama.
La pregunta, para muchos, sigue siendo si logrará independizarse de las fuerzas menos democráticas del movimiento político y si, desde ahí, contará con el apoyo para desarrollar una agenda de izquierda moderada capaz de enfrentar la crisis económica y de llevar la reconciliación a un país aún polarizado.