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La lista cerrada es una apuesta por la coherencia

13 de enero de 2023 - 05:00 a. m.
Deberíamos intentar construir colectividades nacionales fuertes y modificar la manera en que la democracia colombiana ha venido funcionando. / Foto de referencia
Deberíamos intentar construir colectividades nacionales fuertes y modificar la manera en que la democracia colombiana ha venido funcionando. / Foto de referencia
Foto: Óscar Pérez

La discusión sobre las listas cerradas obligatorias, una de las medidas más ambiciosas de la reforma electoral que ha propuesto el presidente Gustavo Petro, se radicalizó. En la Alianza Verde las llaman un “golpe a la democracia” y critican, entre otras cosas, “la reelección de facto del actual Congreso”, como lo dijo la representante a la Cámara Katherine Miranda. Del otro lado, en el Pacto Histórico, las posiciones también han sido rimbombantes: el presidente del Senado, Roy Barreras, señaló de manera extraña que “oponerse a la lista cerrada es oponerse al Acuerdo de Paz incorporado a la Constitución”. Por su parte, el presidente Petro afirmó que “las listas abiertas sirven para hacer el clientelismo que ha llevado a la corrupción política”. Es una lástima que un debate tan importante se haya polarizado sin encontrar puntos de acuerdo. Especialmente, porque ambos lados tienen razones válidas para defender su posición, pero no son irreconciliables.

Varios representantes de la Alianza Verde aseveraron que, de existir las listas cerradas, no hubieran podido llegar al Congreso. Eso es cierto: en la política electoral, como ha operado en años recientes, la única oportunidad de poder para la mayoría de los colombianos ha sido obtener suficiente apoyo popular por su cuenta, dada la debilidad y a menudo el desinterés de los partidos políticos por construir nuevos liderazgos. Esa es una tragedia no menor, pues necesitamos que más personas de orígenes distintos tengan representación en la Rama Legislativa.

Dicho eso, es cierto que las listas abiertas se prestan para los peores actos de corrupción y promueven el baronazgo electoral. Lo vimos en las elecciones del año pasado: varios partidos incluyeron en sus listas nombres idóneos que apenas sirvieron para disfrazar la elección de los mismos de siempre, que han construido sus caudales electorales con prácticas innobles y excluyentes. El cansancio de las personas con los partidos políticos y con el Congreso en general tiene mucho que ver con la manera en que se ha normalizado la elección de las listas abiertas a punta de quienes tienen más poder regional sin necesariamente representar los intereses de sus votantes.

Por eso la lista cerrada, si se implementa adecuadamente, tiene varias bondades. Sí, es cierto que empodera a las cabezas de los partidos, pero eso se puede solucionar con una reglamentación interna que sea democrática y tenga planes de fomentar nuevos liderazgos alrededor de ideas y principios comunes. Si a los colombianos les presentan listas cerradas de candidatos, el debate sobre el Congreso se convierte en uno más programático, no tan personalista: se elige el grupo de personas que representan unas ideas, sin temor a que luego las traicionen o que un candidato particular se queme por no alcanzar suficientes votos individuales. Las ideas comienzan así a ser más importantes que los individuos.

Las listas cerradas son una oportunidad de construir colectividades nacionales fuertes, coherentes y, ojalá, con responsabilidad cuando uno de los suyos caiga en algún proceso jurídico. También pueden modificar la política regional y la manera en que la democracia colombiana ha venido funcionando. Deberíamos intentarlo.

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