La reprochable presidencia de Ernesto Macías

El Espectador
23 de julio de 2019 - 05:00 a. m.
Un parlamentario se estaba ufanando de las tácticas antiéticas que podía utilizar para burlar el Estatuto de la Oposición. / Foto: Cristian Garavito - El Espectador
Un parlamentario se estaba ufanando de las tácticas antiéticas que podía utilizar para burlar el Estatuto de la Oposición. / Foto: Cristian Garavito - El Espectador

Terminó la torpe presidencia en el Senado de Ernesto Macías, del Centro Democrático (CD), con un escándalo que se suma a las múltiples evidencias sobre su desdén hacia las reglas y el debate sano. Desde su discurso previo a la posesión del presidente Iván Duque, donde se encargó de sembrar terror y cifras acomodadas y estigmatizar a una parte de la población colombiana, el parlamentario anunció lo que, en efecto, fue su período en el más alto cargo de esa cámara. Su “última jugadita” el pasado 20 de julio no es un gesto menor, como ha pretendido presentarlo.

La pugnacidad del senador Macías en el discurso de la posesión presidencial contrastó con las promesas de unidad, mesura y debates productivos que hizo el primer mandatario. El año que siguió fue una muestra de que, en efecto, el parlamentario tiene un poco escondido desdén por quienes no piensan como él.

Tal vez el hecho más diciente se presentó en medio de los álgidos debates sobre la Ley Estatutaria que reglamentó la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Cuando las objeciones presentadas por el presidente Duque fueron derrotadas de manera abrumadora en la Cámara de Representantes, el senador Macías hizo algo insólito: presentó una acción de tutela contra esa votación. Por supuesto, su recurso judicial fue rechazado, pero lo importante es el simbolismo que acarrea un acto de ese estilo. Que quien preside una de las dos cámaras pretenda ignorar lo que se hizo en la otra, simplemente porque se trató de un resultado en contra de sus propios intereses, da cuenta de las estrategias que ve como válidas para saltarse las reglas.

Por eso, lo ocurrido el pasado 20 de julio, más que tratarse de un simple desliz, es la manifestación de su manera de hacer política. Creyendo que su micrófono estaba apagado, se le escuchó al presidente del Senado decir: “Es que nos toca, por obligación, que [la oposición hable] después del presidente. Y entonces, si le pido a la comisión que acompañe al presidente y los saco de aquí [a los integrantes de la misma] (…) eso no lo saben. Esa es mi última jugadita de presidente”.

En síntesis, en privado, un parlamentario se estaba ufanando de las tácticas antiéticas que podía utilizar para burlar el Estatuto de la Oposición. Qué manera de irrespetar al Congreso y a las leyes de Colombia.

Después del escándalo, el senador Macías dijo que cometió “un error” y que responderá ante la Procuraduría, a propósito de las indagaciones que anunció el Ministerio Público. Por su parte, el presidente Duque dijo que no le ha “gastado a eso mayor importancia”, pidiendo que el país se concentre en los temas que fondo que se trataron durante la instalación de la nueva legislatura.

En efecto, Colombia tiene muchos retos en los que debe centrar su atención. Sin embargo, el presidente del Congreso puesto por el partido de gobierno insistió, con sus actitudes reprochables, en llevarse la atención de todos los reflectores. Algo así no hubiera ocurrido con un parlamentario que mostrara respeto por las instituciones.

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