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La revolución silenciosa del aborto en Irlanda

El Espectador

29 de mayo de 2018 - 09:00 p. m.

Irlanda votó de manera abrumadora para modificar una prohibición constitucional al aborto que estaba creando innecesarios riesgos para miles de mujeres. La solidaridad mostrada por los ciudadanos permitió modificar un debate que suele ser pasional y plagado de prejuicios. Triunfó el sentido común y se demostró la importancia de los ejercicios de empatía en temas tan difíciles. En Colombia, aunque las voces más ruidosas del debate consideren lo contrario, la mayoría de las personas no están tan lejos de la posición adoptada por los irlandeses.

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Una de las postales que dejó el referendo irlandés tiene que ver con una protesta simbólica. Se vio a muchas mujeres llevando maletas a los puestos de votación. Lo hacían como homenaje a todas las que tuvieron que salir del país en busca de realizar abortos legales y seguros que no pusieran en riesgo sus vidas. Según un dato compartido por el medio Quartz, se estima que desde 1980 cerca de 170.000 irlandesas viajaron a otras partes del mundo a practicarse interrupciones voluntarias de sus embarazos. Esto demuestra que la tajante prohibición de los abortos, además de que no los reduce, sólo ayuda a que las mujeres tengan que incurrir en más gastos. Aquellas que no cuentan con recursos ponen en riesgo su salud y su vida.

Por eso es tan importante que este debate se cuente desde las historias personales. Las mujeres no abortan por capricho. El argumento en contra de la interrupción voluntaria del embarazo es persuasivo por su extremismo, que equipara estos procedimientos con asesinatos. Pero al adoptar esa posición se pierden necesarios matices que podrían ayudar a construir empatía entre las personas.

En Irlanda, por ejemplo, el aborto era ilegal desde 1861. En 1983, a través de la octava enmienda, se reconoció que un feto no nacido tenía el mismo derecho a la vida que el de la madre. Eso significó que las mujeres no podían interrumpir voluntariamente sus embarazos bajo ninguna circunstancia, ni siquiera en casos de violación, incesto o grave riesgo directo para la salud de la mujer.

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En la práctica, la prohibición representa innumerables tragedias silenciosas. En el 2012, en Galway, una mujer murió por complicaciones en un parto que nunca debió suceder. Como ella, son muchísimas las que sufren problemas físicos y emocionales. Además, por el tabú social, no reciben el apoyo que necesitan.

Irlanda entendió esto. El referendo, que proponía eliminar la octava enmienda que mencionamos, fue un triunfo atronador del sentido común. Casi millón y medio de irlandeses (66,4 % de los votos totales) apoyaron la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Además, 64,13 % de las personas habilitadas para votar, lo hicieron. No hay señal más clara de un país que enfrentó un tema complejo y tomó una decisión compasiva.

Lo dijo una de las votantes entrevistadas por Quartz: “Me siento muy orgullosa de que el pueblo irlandés haya demostrado que confía en las mujeres”. De eso se trata: abandonar la desconfianza y los prejuicios, entender el aborto por la decisión compleja que es y no como un acto caprichoso. Leo Varadkar, primer ministro irlandés, celebró la “revolución silenciosa” de su país. Desde Colombia nos unimos a las felicitaciones.

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El año pasado, en El Espectador contamos que el 65 % de los colombianos creen que las mujeres pueden abortar en determinadas circunstancias. Ese es otro triunfo silencioso en un país profundamente religioso, causado sin duda por el impulso de las sentencias de la Corte Constitucional y el trabajo disciplinado de las organizaciones de mujeres. Cuando las personas ven el aborto por lo que es, desapegadas de los discursos religiosos, podemos encontrar puntos de acuerdo. Repetimos: no estamos tan lejos de Irlanda en este tema.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

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