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El resultado de las elecciones para el Parlamento Europeo es preocupante. Los partidos de ultraderecha, populistas, nacionalistas, xenófobos y, en varios casos, eurófobos logran un avance que enciende las alarmas en el Viejo Continente. En países como Francia y Alemania su crecimiento ha sido significativo, siendo los dos motores que mueven a la Unión Europea. El presidente francés, Emmanuel Macron, decidió adelantar las elecciones legislativas en su propio país, ante la arremetida de Marine Le Pen. Los partidos europeístas siguen siendo la fuerza mayoritaria, pero la gran incógnita es cómo se definirán las alianzas dentro de la Eurocámara y cómo van a afectar en esta nueva realidad la gobernabilidad de la Comisión Europea.
El gran triunfador de la jornada, el Partido Popular Europeo (PPE), de derecha, aumentó su participación y obtendrá 185 escaños, de los 720 existentes. Si todos los partidos ultras se suman, obtienen 150 escaños, lo que los convierte en la segunda fuerza más votada. Los Socialistas y Demócratas (S&D) quedarían terceros, con 137 sillas. El nivel de abstención, normalmente alto en este tipo de comicios, fue del 51 %. Con este panorama se espera que la actual coalición proeuropeísta, que incluye a populares, socialdemócratas y liberales (Renew), alcance un 56 % de la fuerza parlamentaria. La posibilidad de frenar a los extremistas de derecha estaría en sumar a los verdes, con un 7 %, y contar con una mayoría del 63 %. Lo que no se ha aclarado aún es cuál será la decisión final del PPE. Podrían agruparse con los ultras, lo cual generaría serios problemas para el futuro de la propia Unión Europea, o continuar con la ya existente.
Los comicios parlamentarios confirman una realidad mundial. La falta de respuesta de los partidos políticos tradicionales a las necesidades de la población ha llevado al florecimiento de movimientos populistas, de derecha o izquierda, que suelen calar en el electorado, en especial entre los jóvenes. Sus promesas, para acercarse a unos votantes en busca de soluciones, suelen ser cantos de sirena que logran llegarles. Achacar las preocupaciones más importantes —como el desempleo, la inseguridad y los problemas de los sistemas de salud— a la inmigración ilegal es algo que persuade a aquellos incautos que se identifican con este tipo de propuestas xenófobas. Algo similar sucede con las banderas nacionalistas que siguen ondeando los gobernantes de países como Hungría y Eslovaquia, entre otros.
La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, del PPE, ha dicho que “el centro resiste” y conformará un “bastión” frente a los ultras, tanto de la izquierda como de la derecha. El reto es grande y, de mantenerse la tendencia, esta situación podría manifestarse en las elecciones futuras de algunos de los países más importantes de la UE. El primer paso lo dio Reino Unido con el brexit. Con el resultado del domingo anterior, países como Francia, Italia, Austria y Hungría han votado mayoritariamente por fuerzas antieuropeístas, mientras que en Alemania, Polonia y Países Bajos quedaron en segundo lugar. Entre las agrupaciones políticas más golpeadas están los socialistas, los liberales y los verdes, que deberán repensar muy bien sus estrategias a futuro.
Una de las críticas formuladas al PPE radica en el hecho de haber escorado demasiado hacia ciertas propuestas de la extrema derecha en temas como migración o cambio climático, concediendo con ello una mayor credibilidad y legitimidad a este tipo de movimientos populistas, de corte nacionalista y xenófobo. Las elecciones del domingo anterior así lo demuestran.
Una primera consecuencia inmediata será el resultado de las elecciones legislativas anticipadas que, de manera sorpresiva, anunció Macron en Francia, ante el arrollador triunfo de Le Pen. La incógnita frente a esta maniobra política va a marcar futuros desarrollos en otros países comunitarios.
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