Las personas trans no son enfermas mentales

El Espectador
22 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
Por fin la OMS reconoce lo que el activismo trans llevaba mucho tiempo explicando y se da un paso enorme para combatir los estigmas que enfrenta esta población. / Foto: iStock
Por fin la OMS reconoce lo que el activismo trans llevaba mucho tiempo explicando y se da un paso enorme para combatir los estigmas que enfrenta esta población. / Foto: iStock

Las personas trans no sufren de una enfermedad mental. Después de varios años de discusión, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso un cambio a su catálogo de enfermedades, que hasta la fecha considera a la “incongruencia de género”, también conocida como “disforia de género”, como un desorden de carácter “mental, de comportamiento y de desarrollo neuronal”. Con esto, la entidad por fin reconoce lo que el activismo trans llevaba mucho tiempo explicando y se da un paso enorme para combatir los estigmas que enfrenta esta población.

Lale Say, coordinadora del Departamento de Salud Sexual y Seproductiva de la OMS, le dijo a la AFP: “esperamos que esta recategorización reduzca el estigma y colabore para que haya una mejor aceptación en la sociedad a estas personas”. Por su parte, según retoma El Tiempo, el director del Departamento de Salud Mental y Abuso de Substancias de la OMS, Shekhar Saxena, explicó que “no hay evidencias de que una persona con un desorden de identidad de género deba tener automáticamente al mismo tiempo un desorden mental, aunque suceda muy a menudo que vaya acompañado de ansiedad o depresión”.

En efecto, lo que se ha visto en la práctica es que muchas personas trans tienen precarias condiciones de salud, pero no por su identidad de género, sino por la discriminación a la que se ven sometidas en una sociedad que no las comprende y, en muchos casos, las odia abiertamente. Un diagnóstico global realizado por la OMS indica que las personas trans tienen severos obstáculos para acceder a los servicios de salud por múltiples motivos que incluyen la violencia, las barreras legales y burocráticas, el estigma y la discriminación.

En todo el mundo, una mujer trans tiene 49 veces más probabilidades de estar viviendo con VIH que otros adultos en edad reproductiva. Según cifras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el 80% de las mujeres trans latinoamericanas mueren a los 35 años o menos. Además, la principal fuente de violencia en su contra viene desde sus mismas familias. Se trata de una tragedia reiterada e inaceptable que parece volar bajo el radar del debate público en Colombia y en el mundo entero.

Por eso el cambio de la OMS es tan importante. En nuestro país, las personas trans llevan una lucha constante por recibir acceso adecuado al sistema de salud. Pero, para acceder a un tratamiento, primero deben ser diagnosticadas de tener “disforia de género”, lo cual genera más obstáculos: muchas personas trans no quieren tener que llamarse enfermas, cuando no lo son, para recibir la atención que necesitan.

Laura Weinstein, directora ejecutiva de la Fundación Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans (GAAT), dijo en El Tiempo, a propósito de la decisión de la OMS, que “ahora podemos decirle a la sociedad que no estamos enfermos. Los trans no tenemos ningún tipo de enfermedad, lo que nos produce enfermedades es ser discriminados, no ser aceptados”. Sin embargo, también llama la atención sobre un punto complicado: ahora que la disforia no será vista como enfermedad mental, ¿será aún más difícil tener acceso al sistema de salud? En sus palabras: “es importante reconocer que sí se necesita un acompañamiento no patologizante, pero de personas idóneas que sepan y entiendan de todos estos temas”.

Es una discusión compleja, pero lo claro es que debería darse de la manera más pública posible. Los prestadores de servicios de salud en Colombia, así como las autoridades, deben recibir entrenamiento para prestarle el mejor acompañamiento a esta población vulnerable. El gesto simbólico de la OMS es un reto a nuestra sociedad: es momento de cambiar nuestras tradiciones discriminatorias.

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