Las tenistas también merecen respeto

El Espectador
01 de septiembre de 2018 - 08:00 a. m.
Hay una tradición histórica de hombres líderes en deportes que solo conciben la participación femenina siempre y cuando cumpla con ciertos patrones estéticos. / Foto: EFE
Hay una tradición histórica de hombres líderes en deportes que solo conciben la participación femenina siempre y cuando cumpla con ciertos patrones estéticos. / Foto: EFE

En menos de una semana, el mundo del tenis profesional observó dos claros gestos de machismo. Lo interesante es que la discriminación fue tan evidente, gracias a la aplicación de dobles estándares, que el escándalo ha servido para dar conversaciones sobre por qué se siguen presentando estos actos, y cuáles son los factores que permiten a los hombres que los realizan creer que están en lo correcto.

Uno puede hacer la proposición, con suficientes argumentos, de que Serena Williams es la mejor jugadora de tenis de toda la historia. Incluso si los cautos no quieren casarse con tales afirmaciones, es innegable que Williams es un caso extraordinario de éxito. Las cifras la respaldan: sus 23 títulos de Grand Slam son un récord entre los tenistas, incluyendo a hombres y mujeres. Además, ha ganado 14 Grand Slam en dobles con su hermana Venus Williams, y otros dos en dobles mixtos con Max Mirny.

En enero del 2017, Williams ganó el Abierto de Australia, que hasta ahora es su último título de Grand Slam. Un tiempo después nos enteraríamos de que lo hizo teniendo dos meses de embarazo. Ese embarazo es relevante porque en septiembre del año pasado, después de dar a luz a su hija Alexis Olympia Ohanian, Williams casi pierde la vida por complicaciones en la coagulación durante el posparto.

Por eso, en mayo de este año durante el Roland Garros, Williams participó con un traje que consiste en una malla entera de licra de color negro, diseñada por Nike especialmente para ella. Según explicó, “es un atuendo divertido, pero también es funcional y me permite jugar sin tener problemas”, pues la ayuda a controlar los coágulos de sangre que la han estado molestando los últimos 12 meses. Además, Williams argumentó que se trata de un homenaje a las madres de partos difíciles. En sus redes hay una fotografía de ella con el traje y con un mensaje que dice: “Para todas las que tuvieron una dura recuperación tras su embarazo, aquí me tienen. Si yo puedo hacerlo, ustedes también”.

Pero no todos se inspiraron. En una entrevista con la revista Tennis, el presidente de la Federación Francesa de Tenis, Bernard Giudicelli, dijo que en el próximo Roland Garros el código de vestimenta será estricto y que, por ejemplo, el traje de Williams “ya no será aceptado” porque, según él, “a veces vamos demasiado lejos. Debemos respetar el deporte y el lugar”.

Las declaraciones de Giudicelli se enmarcan en una tradición histórica de hombres, líderes en deportes, que solo conciben la participación femenina siempre y cuando cumpla con ciertos patrones estéticos. ¿Por qué el traje negro “irrespeta” el lugar? ¿Cómo se supone, entonces, que no se ofendería a los observadores? ¿Desde qué mirada se está tomando una decisión tan invasiva? ¿Por qué, además, hablar específicamente de Williams? El tufo a machismo y racismo es fuerte en esos comentarios.

A los pocos días, durante un partido del Abierto de Estados Unidos, la tenista Alizé Cornet se percató de que tenía su camiseta puesta al revés y decidió cambiársela con rapidez en la cancha. El árbitro le dio una advertencia por violación del código de ética. ¿El daño? No cambiarse en privado, pese a que lo único que vieron los espectadores fue un top negro.

A los pocos minutos de conocida la decisión, abundaron las fotografías en redes sociales de tenistas hombres sin camisa (y sin advertencias por violar el código de ética) en múltiples torneos, incluyendo el Abierto de Estados Unidos. ¿Por qué el doble estándar?

En ambos gestos hay claros ejercicios de poder inspirados por la idea de que las mujeres deben comportarse de cierta manera para no incomodar. Pero eso tiene que cambiar. La mejor respuesta a los escándalos la dio Williams, quien ha jugado dos partidos del Abierto de Estados Unidos usando un tutú. Ambos los ganó. A ver si Giudicelli y compañía entienden el mensaje.

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Por El Espectador

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