Lecciones de un desastre

El Espectador
10 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.
Colombia no puede darse el lujo de ignorar las graves causas de un ecocidio de esta magnitud. Es mucho lo que se pierde. / Foto: Luis Benavides - Enviado especial
Colombia no puede darse el lujo de ignorar las graves causas de un ecocidio de esta magnitud. Es mucho lo que se pierde. / Foto: Luis Benavides - Enviado especial

Las imágenes del río Cauca con su caudal seriamente disminuido son tenebrosas. De esta crisis del Proyecto Hidroeléctrico Ituango (Hidroituango) deben quedar lecciones, respuestas de los responsables y sanciones, pero también reflexiones sobre cómo responde el país a los escándalos y el valor de las empresas públicas.

El cierre de la compuerta en la casa de máquinas de Hidroituango, por donde venía pasando el río Cauca desde la crisis del año pasado —sobre la que todavía no hay respuestas—, causó que el agua no pudiera pasar por este. Las consecuencias han sido nefastas porque, como le explicó Silvia López, bióloga experta en ecosistemas acuáticos de río de The Nature Conservancy, a El Espectador, los cambios súbitos en los caudales de los ríos causan “el atrapamiento de peces en las riberas, pues los peces no detectan los cambios y se quedan varados en las piedras y playas”.

Ese no ha sido el único daño, pues también se ha visto afectada la economía de los pobladores cercanos al río, que no han podido pescar. También se ha reportado intermitencia en la disponibilidad de agua en varios municipios.

Aunque algunas voces del debate nacional intenten subestimar el daño, Colombia no puede darse el lujo de ignorar las graves causas de un ecocidio de esta magnitud. Es mucho lo que se pierde.

Si bien este caso particular está mediado por la intervención humana (la construcción de la represa), el desastre evidenciado debería despertar la indignación ciudadana por otra amenaza latente: el cambio climático. ¿Queremos evitar imágenes similares en el futuro? Es momento de tomar acciones concretas.

Volviendo a Hidroituango, se debe reconocer que las Empresas Públicas de Medellín (EPM) han dado explicaciones para su actuar y tomado acciones para mermar el impacto de los daños. La contratación de 700 personas para rescatar peces y el aprovisionamiento de agua a las poblaciones es un esfuerzo necesario y bienvenido.

Ya llegará el momento de tomar la decisión sobre la viabilidad de la megaobra, pero quienes desean aprovechar la coyuntura para cuestionar la eficiencia de las empresas públicas colombianas, y de EPM en particular, no deben ser escuchados. ¿Años de buena gestión desaparecen por lo ocurrido? No lo creemos.

Dicho eso, sí será necesario que se asignen las responsabilidades debidas. Hidroituango es un proyecto que surgió en medio de polémicas y advertencias; sus crisis recientes han dejado más preguntas que respuestas. La Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) anunció un proceso sancionatorio a EPM por no garantizar, aguas abajo, el caudal suficiente para “asegurar la integridad de los servicios ecosistémicos y los bienes de protección del medio ambiente que hacen parte de la fuente hídrica río Cauca”.

Las sanciones deben ser contundentes y estar a la altura del daño causado. En la lucha para asegurar la sostenibilidad de Colombia en el mediano y largo plazo, la autoridad ambiental debe tener toda la fuerza necesaria para que se cumplan sus regulaciones.

Por lo demás, es momento, como escribió Brigitte Baptiste en El Espectador, de preguntarnos “¿de qué manera como sociedad ilustrada intervendremos en ese proceso para garantizar la mejor trayectoria de restauración del río Cauca?”.

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Por El Espectador

 

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