Con más de un millón de vacunas aplicadas, queremos celebrar el diseño del plan de vacunación en el país. Sí, hay escándalos preocupantes e injustos; también es verdad que la politiquería rodeó la llegada de las dosis a Colombia. Pero los testimonios que nos llegan de todo el país hablan de una operación masiva de vacunación marcada por el orden, la empatía y el excelente servicio. Dados todos los problemas que tiene nuestro sistema de salud, en este momento histórico estamos sacando la mejor versión del aparato estatal y privado para llegar a las personas más vulnerables que necesitan las vacunas. Todavía falta, vamos muy lento y el COVID-19 sigue siendo un reto peligroso, claro está, pero el personal de salud y los gobiernos nacional y locales merecen hoy un aplauso.
Empecemos por los escándalos. Por supuesto que no debería existir ni una sola persona que sufra la negligencia y la mala fe de quienes desean hacer negocio con las vacunas. Las imágenes de una falsa vacunación en Villavicencio son indignantes, por lo cruel que es decirle a alguien que está inmunizado cuando no es así y por la corrupción que se presume detrás del gesto, así como por el daño que hace a la confianza de los colombianos en todo el proceso. Se tiene sospecha sobre un par de casos similares. También son preocupantes los reportes de personas que se han saltado la fila para ser vacunados antes que las poblaciones priorizadas. Cada una de estas situaciones merece el rechazo público y la investigación exhaustiva por parte de las autoridades. Eso no es negociable ni pretendemos minimizar su impacto.
Dicho esto, al poner en marcha un plan de vacunación masiva sin precedentes en la Colombia moderna, es fundamental y justo darles sus justas proporciones a los escándalos. Los aciertos son múltiples. Las EPS han sido diligentes en buscar a los adultos mayores, ubicarlos y darles citas de manera prioritaria. Salvo por algunas aglomeraciones, los espacios de vacunación tienen capacidad suficiente para evitar el contagio. El personal de salud ha sido eficiente, amable y riguroso en la administración de las vacunas. Todo esto de manera gratuita, gracias a la ley aprobada por el Congreso de la República.
Mientras todo eso ocurre en el ámbito individual, el Gobierno nacional ha logrado mantener constante la llegada de nuevas vacunas. El inicio lento vino seguido de un constante recibir dosis, gracias a los acuerdos con las farmacéuticas. Al final y en retrospectiva, haber contratado con tantas productoras de vacunas se convirtió en una de las mejores herramientas para Colombia.
Persisten los retos, por supuesto. Colombia sigue estando atrasada en vacunación comparada con otros países. Ahora que se permitirá que las empresas privadas compren vacunas por su cuenta, en junio, una medida que puede ayudar a reactivar la economía con mayor velocidad, habrá que cerciorarse de que no entren en contradicción con el bien diseñado plan de vacunación nacional. Esa iniciativa no debería obstaculizar que la administración de Iván Duque cumpla sus promesas de vacunar a los colombianos a través del sistema público y en un estricto orden de prioridades.
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