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Colombia se está radicalizando y entrando en un espacio de polarización tóxica. El Barómetro Edelman encontró que Colombia y Estados Unidos son los dos países más polarizados del mundo, solo superados por Argentina, donde tienen unas disputas históricas conocidas como “la grieta”. Lo más llamativo del dato es que las personas en nuestro país no sienten que esas divisiones se puedan superar. Si se cruza esta información con los datos que hay sobre discurso público en redes sociales, y se pone a conversar con las narrativas maniqueas que están fomentando nuestros líderes políticos, identificamos que estamos al borde de un abismo: este es el caldo de cultivo para que crezcan el odio y la violencia.
Lo explicó el experto en sociedades pacíficas y polarización Peter Coleman, quien vino a nuestro país, por invitación de los colegas de Caracol Televisión, a prender las alarmas. Las lecciones sobre lo que encontró en Estados Unidos deben llevar a reflexiones en Colombia. Allá, el aumento de la polarización ha llegado a niveles tóxicos, donde las personas se atrincheran en sus “grupos” y odian a los otros. Ya no se considera que haya simples diferencias de opinión, sino que aquel que no piense de la misma manera es aislado, señalado, estigmatizado y perseguido. Esa es la antesala de la violencia. Que nuestro país esté en el mismo nivel que los Estados Unidos es suficiente razón para preocuparnos, y responde a una tendencia regional: según datos compartidos por Coleman, el crecimiento de la polarización política en las últimas dos décadas en Latinoamérica está por encima del promedio mundial.
La conversación en internet lo comprueba. Esteban Guerrero, líder de analítica e inteligencia artificial para Accenture, dijo en el mismo evento que las burbujas digitales se están volviendo irreconciliables. Según sus datos, solo el 25 % de la información pasa de una burbuja a otra. La derecha y la izquierda cada vez hablan menos entre sí. Peor aún, dentro de los grupos hay una tendencia a la radicalización. No es difícil imaginar por qué: los discursos políticos que apelan al populismo y a la construcción de enemigos para destruir llevan varios años en aumento. Conectado con lo que dice Coleman, esto lleva a que las familias dejen de hablarse entre sí y a que cualquier tipo de diferencia de opinión se tramite como una afrenta existencial. Estamos llegando a odiarnos entre colombianos solo por nuestras posiciones políticas. Y en un país con una historia de violencia, esta es una receta para el desastre.
¿Qué se puede hacer, entonces? En el ámbito de los líderes políticos, tenemos que insistir en exigir responsabilidad. Estudio tras estudio demuestran que si los políticos insisten en la retórica incendiaria, logran precisamente eso: incendiar el país y fomentar la polarización. Si, en cambio, adoptan debates más responsables, con reconocimiento del contrincante, ayudan a reducir la tensión. ¿Habrá voluntad de esto en la clase política colombiana?
Ahora, a escala social podemos complejizar la relación con los otros: dejar de pensar que una sola postura política define las cualidades de una persona. Al mismo tiempo, intentar enfocarnos en procesos colectivos, de encuentro, de llegar a acuerdos a pesar de las diferencias. Hacer un esfuerzo consciente, individual y social por romper las burbujas. Necesitamos hacerlo o Colombia seguirá siendo una olla a presión al límite.
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