Los discursos importan

El Espectador
27 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.
Los paquetes bomba enviados a contradictores del presidente de los Estados Unidos muestran que sembrar odio, violencia y división arroja esos mismos resultados, triplicados. / Foto: AFP
Los paquetes bomba enviados a contradictores del presidente de los Estados Unidos muestran que sembrar odio, violencia y división arroja esos mismos resultados, triplicados. / Foto: AFP

Estados Unidos está preso de los radicalismos. Como si las constantes masacres en todo el territorio no fuesen suficiente evidencia, esta semana fueron interceptados por autoridades por lo menos 12 paquetes que llevaban dispositivos explosivos. Los destinatarios eran políticos pertenecientes al Partido Demócrata y fuertes críticos del presidente, Donald Trump. En medio del temor, ese país se prepara para unas elecciones cruciales. ¿Seguirá triunfando el miedo?

En pleno noticiero de CNN, los presentadores tuvieron que cancelar la transmisión pues sonó una alarma. Luego se supo que estaban bajo amenaza de bomba. No es coincidencia que esa cadena televisiva haya estado en el centro de las críticas del presidente estadounidense, Donald Trump, quien la ha tildado en varias ocasiones de promover noticias falsas.

Ese mismo día se encontraron bombas dirigidas al expresidente Barack Obama, a la excandidata presidencial demócrata Hillary Clinton y al filántropo George Soros. Al día siguiente se interceptó un artefacto dirigido al actor Robert DeNiro quien hace unos meses dio un discurso contra el presidente Trump.

Ayer fue capturado por agentes del FBI Cesar Sayoc Jr., en Miami, Florida, quien presuntamente habría enviado los artefactos. Su automóvil estaba lleno de stickers a favor de Trump y en contra de CNN.

¿Significa esto que todos los seguidores del presidente Trump son violentos? Por supuesto que no. ¿Tiene la culpa el presidente mismo por lo ocurrido? Sería irresponsable afirmarlo. La realidad, no obstante, es que EE. UU. lleva varios años plagado de discursos de odio, polarizados y nocivos, y que lo ocurrido es síntoma de una enfermedad muy peligrosa.

Donald Trump, al rechazar los hechos, dijo que “los medios también tienen la responsabilidad de usar un tono más civilizado y frenar la hostilidad sin fin, y los ataques falsos”. No sobra recordar que el emisor de este mensaje ha sido sorprendido en innumerables mentiras que no le han traído mayores consecuencias.

En menos de un mes, los estadounidenses podrán renovar el Congreso. Los demócratas, que vienen inscribiendo números récords de personas jóvenes, esperan retirar a los republicanos del control en el Senado y la Cámara de Representantes. Si lo logran, podrán coartar los impulsos más autoritarios de Trump. Sin embargo, la victoria no está asegurada.

De hecho, en las últimas semanas Trump aprovechó la caravana de migrantes que salieron desde Honduras y están atravesando México con destino a EE. UU. para azuzar, nuevamente, los miedos. Lo peor es que la estrategia le viene funcionando, pues su aprobación entre los votantes muestra un repunte.

Los discursos importan. La manera como los políticos se refieren a sus contrincantes importa. Sembrar odio, violencia y división arroja esos mismos resultados, triplicados. No solo en Estados Unidos: aquí en Colombia también hemos visto las consecuencias del extremismo y la deshumanización. Ojalá el electorado estadounidense elija cambiar el rumbo a partir de noviembre. Le haría mucho bien al mundo entero.

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