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Les queda muy mal a los expresidentes de la República utilizar sus funciones como exmandatarios para hacer postureo político. Cada uno de ellos tiene, por supuesto, derecho a la libre expresión y a formular críticas contra el gobierno de turno o lo que consideren pertinente dentro del debate político coyuntural. Lo que no es aceptable, porque debilita la legitimidad de la institucionalidad, es negarse a cumplir con las labores propias de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores. Las declaraciones públicas para justificar las ausencias que se reportaron esta semana no explican, de manera adecuada, por qué no se quiso responder al llamado del presidente Gustavo Petro y sientan un mal precedente.
La Comisión Asesora de Relaciones Exteriores tiene como propósito ayudar a materializar la idea de que la labor de la Cancillería, más que depender de los caprichos del gobierno de turno, debe responder a una política de Estado. Todos los expresidentes forman parte de la Comisión para que, con su experticia, puedan ayudar a garantizar la coherencia en el actuar de Colombia en el ámbito internacional. Ese trabajo ha sido clave, por citar quizás el ejemplo más notorio, en la defensa de los intereses de nuestro país frente a Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia. Por eso, la convocatoria a discutir la posición nacional frente a las elecciones venezolanas era un espacio importante para escuchar la postura de los expresidentes. Sin embargo, lo que ocurrió fue un episodio más del debate político polarizado nacional.
Los expresidentes Iván Duque, Andrés Pastrana y César Gaviria se negaron a asistir a la Comisión. En vez de expresar en ese espacio sus opiniones, prefirieron utilizar la oportunidad para obtener réditos políticos. El expresidente Duque, por ejemplo, dijo: “No asistiré a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores porque no comparto la posición ambivalente y cómplice del gobierno Petro con la dictadura de Venezuela, frente a las atrocidades, sistematicidad de la violación de los derechos humanos”. Por su parte, el expresidente Pastrana, en una carta, escribió que “en lo internacional Colombia siempre ha mantenido una política clara de respeto a la libertad y la democracia. Este Gobierno prefirió el apoyo a las tiranías y al terrorismo”. Más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no con el diagnóstico que hacen de la política exterior actual, la pregunta es por qué el desplante a la figura del presidente de la República y de la Comisión. ¿Acaso ese espacio no es, precisamente, el lugar adecuado para expresar los desacuerdos?
Lo dijo con acierto el expresidente Juan Manuel Santos, quien sí asistió. “Independientemente del gobierno de turno, los expresidentes tenemos un compromiso con el país de atender al llamado de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores”, escribió en su cuenta de X. “Hoy iré a manifestar mi inconformidad con la postura de Colombia frente a la elección fraudulenta que hubo en Venezuela y también frente a otros aspectos de nuestra política exterior”. No era difícil tener un gesto similar. Asistir a la reunión de la Comisión no es validar a la administración Petro, sino respetar la figura presidencial y proteger la institucionalidad. Los ausentes podían seguir con sus discursos negativos en público si así lo deseaban, pero convirtieron una oportunidad de Estado en un desfile de vanidades. Mientras tanto, Colombia sigue teniendo una postura cuestionable sobre el fraude en Venezuela.

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