Los símbolos de reconciliación y los hijos del conflicto

El Espectador
21 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.
El Gobierno, a través del Ministerio del Interior, quiere imponer la reconciliación a la fuerza nombrando a una figura tan polémica en la coordinación de las víctimas. / Foto: Nelson Sierra - El Espectador.
El Gobierno, a través del Ministerio del Interior, quiere imponer la reconciliación a la fuerza nombrando a una figura tan polémica en la coordinación de las víctimas. / Foto: Nelson Sierra - El Espectador.

El nombramiento de Jorge Tovar como coordinador de Víctimas del Ministerio del Interior es un error. En el contexto de un Gobierno que ha enviado mensajes ambivalentes a las víctimas, como encargar a un negacionista del conflicto armado la cabeza del Centro Nacional de Memoria Histórica y en repetidas ocasiones obstaculizar el Acuerdo de Paz firmado en La Habana con las Farc, es un pésimo símbolo que el hijo de un paramilitar ocupe un puesto de tal significado. Eso no justifica, sin embargo, los ataques airados que han surgido desde los espacios “defensores de la paz”. La pregunta por la reconciliación pasa por discusiones sobre cómo los descendientes de los actores del conflicto pueden aportarle al país.

Jorge Tovar es el hijo de Jorge 40, uno de los paramilitares que más dolor le han causado a Colombia. Un criminal, además, que está próximo a regresar a Colombia y no ha querido colaborar con las autoridades. En un tuit de 2017, Jorge Tovar escribió que su papá era “prisionero político”. Se trata, por supuesto, de una posición que él puede defender, pero es muy preocupante que ahora esté en la cabeza de la coordinación de las víctimas.

En el país no hay crímenes de sangre, eso es cierto y deseable. Los hijos no son culpables de los delitos de sus padres. Pero ese no es el debate. Aquí lo que se cuestiona es el simbolismo de que alguien tan cercano al paramilitarismo, alguien que ve en su padre un perseguido político, esté en un puesto del Gobierno donde las víctimas del paramilitarismo van a buscar ayuda y protección. Hay una disonancia enorme que no puede ignorarse. ¿Significa que Tovar no puede nunca trabajar en el Gobierno? No, claro que puede hacerlo, pero de todos los puestos disponibles, ¿por qué en contacto directo con las víctimas?

Se ha hablado de reconciliación. Es cierto que Jorge Tovar ha participado en encuentros de víctimas y con otros victimarios, que se ha prestado para tender puentes y entablar diálogos con los diferentes. Él es también una víctima del conflicto. En otras condiciones, el nombramiento del hijo de un victimario sería una apuesta atrevida e interesante para demostrar que Colombia ha transitado el camino del perdón, de la reconstrucción del tejido social, de pasar la página. Pero eso no es lo que ha ocurrido, y menos bajo la administración actual.

El presidente Duque llegó a la Presidencia impulsado por un partido que hizo todo lo posible por obstaculizar el Acuerdo de Paz y que, desde que está en el Gobierno, ha dado golpes contra lo pactado. El nombramiento de Darío Acevedo en el Centro Nacional de Memoria Histórica llevó a que varias organizaciones de víctimas pidieran de regreso sus documentos, expresando así su desconfianza en la construcción de un relato nacional con claros sesgos oficialistas. Los líderes sociales en todo el país han exigido respuestas que no han llegado por parte de las autoridades para detener los asesinatos y las amenazas. Cuba está siendo perseguida diplomáticamente en el ámbito internacional porque el Estado colombiano no cumplió un acuerdo en el marco de un proceso de paz. ¿Ese es el Gobierno que, ahora, a través de un acto del Ministerio del Interior, quiere imponer la reconciliación a la fuerza nombrando a una figura tan polémica en la coordinación de las víctimas?

Otra cosa es que los defensores de la paz hayan mostrado su intolerancia frente a Tovar. Los discursos en torno a su nombramiento no se concentraron en la inconveniencia, sino que dieron a entender que ningún hijo de ningún victimario podría aportarle al país. Eso no puede ser así. ¿Qué tal si, a partir de esta polémica, nos preguntamos por los símbolos que nos pueden ayudar a reconciliarnos?

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