Manos a la obra, nuestra selva está en peligro

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El Espectador
04 de marzo de 2018 - 04:15 a. m.
Frenar la ampliación de la frontera agropecuaria por medio de la devastación de la selva tiene que ser una prioridad nacional. / Carolina Rodríguez
Frenar la ampliación de la frontera agropecuaria por medio de la devastación de la selva tiene que ser una prioridad nacional. / Carolina Rodríguez
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Tenemos que actuar con más contundencia, y cuanto antes, para combatir la deforestación y garantizar la sostenibilidad ambiental de Colombia. Las crisis que se han vivido en las últimas semanas demuestran que la batalla se está perdiendo, pero también que hay un compromiso serio por parte del Gobierno. Hay que renovar las fuerzas y que el país lo tenga claro: de triunfar en este tema depende el futuro de todos los colombianos.

En conversación con El Espectador, el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, aceptó una primera derrota: “La meta de cero deforestación para 2020 va a ser muy difícil de cumplir”. Se habla de cambiar la fecha del objetivo al 2022 o incluso al 2025, siendo realistas con los resultados que se han obtenido. En cualquier caso, Colombia debe entender que no se le pueden dar más largas al asunto. La ventana de oportunidad para conservar el pulmón del país se cierra con velocidad y los daños a mediano y largo plazo pueden ser catastróficos.

La realidad es que la deforestación sigue, motivada por el interés de varias personas en colonizar terrenos para garantizar su subsistencia. En el Guaviare, por ejemplo, se presentaron 24 incendios en siete días. En La Macarena, vital para la conexión entre la Orinoquia y la Amazonia, un incendio arrasó con 2.600 hectáreas. El mismo ministro de Ambiente difundió fotografías de los daños.

Se habló mucho de cuál debería ser el rol del Ejército en el posconflicto; la respuesta inmediata ante esta realidad palpable es convertirlo en guardián de la sostenibilidad ambiental. Necesitamos que el Estado haga presencia contundente en todas las zonas para detener el avance descontrolado de la deforestación. No hay de otra y no hay amenaza más grande contra el bienestar del país.

La buena noticia es que los mecanismos de monitoreo implementados están funcionando. Ya no vamos a ciegas ante el problema; sabemos, de manera eficiente, dónde están ocurriendo las agresiones contra el medio ambiente. Sin embargo, aunque ya dominamos el diagnóstico del problema, nos estamos quedando cortos en la cura.

El presidente Juan Manuel Santos reiteró esta semana su compromiso con el Cinturón Verde, ampliando la zona norte del Parque Nacional Serranía del Chiribiquete. Esa es una medida necesaria y que llena de esperanza, pues pone límites a la actividad destructora del hombre en una zona vital y todavía bastante inexplorada. Pero su implementación aún se demora y mientras tanto hay actores aprovechando para deforestar, amparados en la falta de control y vigilancia.

Insistimos: esto tiene que ser una prioridad nacional. Durante el proceso de negociación en La Habana se repitió que, una vez terminado el conflicto, Colombia iba a poder fomentar el turismo ecológico en los territorios recuperados, sacando provecho de nuestra riqueza natural. También, que la protección de la biodiversidad abría oportunidades de desarrollo y empleo a los habitantes de estas zonas. Ese objetivo realizable no puede abandonarse para a cambio permitir que la ampliación de la frontera agropecuaria por medio de la devastación de la selva se imponga como modelo de desarrollo en esos territorios.

Estamos a tiempo, pero hay que actuar ya.

 

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Por El Espectador

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