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Disímiles los personajes, desde Roy Barreras, un senador del Partido de la U, hasta Darío Arizmendi, un director de noticias, todos tienen, sí, un denominador común: estar de alguna manera, por su oficio o por sus posiciones, relacionados con el proceso de paz que se negocia en Cuba entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc.
Denominador común evidenciado en el simple hecho de que están, encabezando la hoja de cálculo, el alto comisionado para la Paz y algunos de los funcionarios de su oficina, o E-nnova, una empresa contratada para la administración de la página web de los diálogos. Y desde ahí, para arriba y para abajo, no se salvó nadie que algo tenga que ver con el proceso: desde O Globo hasta el New York Times, pasando por Telesur y Al Jazeera. Una lista extensa.
De acuerdo con lo que se ha podido saber hasta ahora, el documento fue elaborado por primera vez en octubre de 2012. Esto quiere decir, sin más, que no sólo se conmemora este mes el inicio de los diálogos de paz, sino también la fecha en la que se creó esta lista poco inofensiva de quienes tienen relación con él. ¿Y para qué una base de datos tan completa? Ni tan suspicaces somos al pensar que esto es mucho más que una simple base de datos para envíos postales: la sospecha apunta a que esos correos están ahí para ser intervenidos. Podríamos, incluso, pecar de ingenuos. La información, sobre todo la privada, esa de los correos personales, es un poder inusitado sobre gentes de bien que no tiene por qué estar en manos de la inteligencia militar. ¿Para qué? ¿Con el interés de llegar a qué acción?
Este es uno más de esos episodios que envuelven en las sombras el proceso de paz: desde Andrómeda, ese centro de inteligencia disfrazado de remedo de restaurante en un barrio de Bogotá, que les hacía seguimiento a los correos electrónicos de personajes como Sergio Jaramillo, hasta Andrés Felipe Sepúlveda, el tristemente célebre hacker, hoy detenido a prevención, y de quien se oyen declaraciones que se mueven entre los extremos de la gravedad y el chiste.
Ya va siendo hora de que estas cosas dejen de pasar. Y la única manera de que sea así es haciendo transparente lo que hoy para nosotros luce tan oscuro. Que vayan diciendo, con nombre propio, quiénes están detrás de esta seguidilla de acciones que dejan por el piso la imagen del Ejército.
Oportunas esas vacaciones que le hicieron tomar sus superiores al general Mauricio Forero, jefe de Inteligencia y Contrainteligencia del Ejército, ascendido recientemente a ese cargo cuando hubo un escándalo de corrupción en el interior de las filas. Y oportunas, también, las declaraciones que dio el Ejército: “se ordenó la apertura de una investigación preliminar en este caso”. Y oportunas, también, las palabras del fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre, en el sentido de que ya avanza una investigación del caso, que no será revelada para no poner en peligro sus averiguaciones, dejando claro, eso sí, que esas “conductas al margen de la ley contra la libertad de expresión son un atetando al Estado social de derecho”.
Ojalá, más allá de las palabras correctas, todo esto llegue a algún lado. El país lo necesita, lo merece. No podemos volver sobre el mismo círculo vicioso de la impune violación del derecho a la intimidad.