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Más que un techo

La imagen que presentó este periódico el domingo pasado, un solo bloque gigantesco de concreto, como muestra de las casas gratis que el Gobierno entregó en La Guajira, fue suficiente para ilustrar la idea: es posible que a estos colombianos en estado de extrema pobreza, a quienes va dirigido el programa, les haga falta un poco más.

El Espectador
07 de octubre de 2014 - 01:25 a. m.

Lo decía el artículo: ni un árbol, ni un parque, ni una zona de esparcimiento. Difícil que en esos estrechos espacios pueda haber desarrollo del concepto de “espacio público”, el lugar donde una persona tiene la oportunidad de volverse un ciudadano. Poco lugar para la cohesión social que se hace, justamente, en escenarios que exceden los metros cuadrados de la privacidad que hay entre muro y muro.

No todo puede ser crítica a un programa que quiere darle un techo al que no lo tiene, al que nunca lo ha tenido. La iniciativa de dar una vivienda gratis, que va en contra de la teoría de que el regalo implica un descuido deliberado, merece, sin embargo, un aplauso. La pobreza, como hemos repetido en este espacio, es una trampa: un camino lleno de obstáculos que impiden que las personas puedan hacerse, entre otras cosas, de una vivienda.

Enhorabuena el Gobierno decidió implementar este plan. El cambio de la calle a la casa, o de la vivienda hechiza a la segura, implica un nivel más alto en la escala de dignidad y de ciudadanía. Pero el círculo por ahora luce incompleto. Hay cosas para mejorar.

Lo primero es que, en medio de los obvios beneficios, no pueden verse los otros derechos desde el punto de vista económico: no sólo son los números que llenar en la rendición de cuentas, sino también las otras realidades. Más que las cifras, son los insumos en la calidad de vida. El urbanismo moderno debe integrar una serie de variables que vayan mucho más allá de la construcción. Planear cosas como la educación, la salud y la convivencia es más que necesario: ¿qué tan lejos quedan los hogares de una escuela o una universidad? ¿Cuántos puestos de salud habrá para frenar algún brote inesperado? ¿De qué origen son las personas que convivirán en un mismo espacio? ¿Cuáles son las normas mínimas de convivencia?

Estas y otras preguntas las está teniendo en cuenta ya mismo el ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao, a quien oímos el día de ayer en Blu Radio aceptando y proponiendo que “estas críticas son justas. Este es un programa que nació como una estrategia de choque a la falta de construcción de vivienda de interés prioritario en el país”. Entre sus consideraciones están, por ejemplo, el enfoque de la sostenibilidad, el hecho de construir menos casas en un mismo sitio o más metros cuadrados por familia.

Difícil planear a largo plazo una política cuando los problemas deben solucionarse desde ya. Pero todas estas críticas servirán para evidenciar las fallas más prominentes de la solución planeada a uno de los mayores problemas que afrontan los colombianos: comer o tener vivienda propia. Ahora el estándar de vivienda (aislado y conceptualmente discutible) hay que elevarlo al de urbanismo moderno: es decir, el techo y algo más. El camino recorrido sirve para recorrer el futuro. Ojalá así sea.

Por El Espectador

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