Las elecciones locales dejaron tres grandes mensajes: primero, que, salvo hechos lamentables pero aislados, se garantizó la seguridad de las elecciones; segundo, que la tendencia de elegir alcaldes progresistas en las grandes ciudades del país hace cuatro años se revirtió y, tercero, que el presidente Gustavo Petro deberá recalcular su administración si no quiere seguir perdiendo caudal electoral. Es lamentable la relativa baja afluencia de votantes, aunque no ayudó el hecho de que las principales contiendas parecían decididas antes de que las personas fueran a las urnas.
Las grandes ciudades mostraron rechazo a las administraciones actuales. En Medellín, el aplastante triunfo de Federico Gutiérrez, pese a que el exalcalde Daniel Quintero renunció a su cargo para hacer campaña de frente, muestra el hastío con el proyecto de Independientes. En Cali, la sorpresiva holgura con la que Alejandro Éder terminó ganando mostró que las fuerzas en contra del actual alcalde, Jorge Iván Ospina, se unieron y decidieron expresarse en las urnas. Mientras tanto, Bogotá eligió en primera vuelta a Carlos Fernando Galán, quien buscó marcar distancia no solo del gobierno distrital de Claudia López —a pesar del nada disimulado apoyo al final de López en su defensa del metro—, sino especialmente del presidente Gustavo Petro; el segundo lugar de Juan Daniel Oviedo muestra el fracaso de la candidatura gobiernista de Gustavo Bolívar.
Fue el mismo presidente Petro, con las “tomas de Bogotá” y sus constantes declaraciones sobre el metro, quien decidió convertir las elecciones de la capital en una especie de plebiscito sobre su mandato. Los resultados son elocuentes. Los candidatos que están en contra de soterrar la primera línea del metro ganaron de manera holgada y su alfil, Gustavo Bolívar, ni siquiera alcanzó a llegar al segundo lugar. Si bien es común que la capital elija en contra del presidente de turno, el triunfo rotundo de las opciones que se alejaron de la Casa de Nariño debería invitar a reflexiones para recalcular la estrategia presidencial.
En el país, los exmiembros del Equipo por Colombia en la campaña presidencial del año pasado se levantaron de su derrota y se hicieron sentir con la alcaldía de Medellín, la Gobernación del Valle (Dilian Francisca Toro) y la Alcaldía de Barranquilla (Alejandro Char). Esa reconfiguración política también muestra un país desilusionado con el Gobierno y muy dividido. ¿Habrá posibilidad de construir consensos?
Dos actos de violencia son el lunar de la jornada electoral. En Gamarra (Cesar) incendiaron la sede de la Registraduría y causaron la muerte de una funcionaria: Duperly Arévalo Carrascal. Adicionalmente, en Ricaurte (Nariño) denunciaron la presencia de las disidencias de las FARC buscando sabotear el resultado. Más allá de eso, sin embargo, el Gobierno y las Fuerzas Armadas pueden sacar pecho de que las elecciones se llevaron a cabo sin violencia.
Celebramos que la democracia colombiana y la institucionalidad hayan mostrado solidez y que la Registraduría haya hecho su trabajo con velocidad e integridad. La pregunta abierta es cómo se reconfigurarán las fuerzas políticas en el Congreso después de los resultados locales y cómo el presidente Petro piensa rediseñar su proyecto de un acuerdo nacional.
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