Que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, juega duro en sus relaciones con otros países, en especial si son sus aliados, no es novedoso. Pero al amenazar a México, su socio comercial y vecino, con imponer aranceles inmediatos del 5 % a todas las importaciones desde dicho país si no tomaba medidas frente a la inmigración ilegal, estuvo a punto de generar una crisis bilateral. Aunque el tema se resolvió tras intensas negociaciones y la promesa de México de reforzar los controles migratorios, no está concluido.
De haberse cumplido este anuncio, la situación comercial se hubiera agravado, pues la idea era aumentar progresivamente los gravámenes hasta un 25 %. Trump ya ha utilizado una estrategia similar con China y los europeos, sin claridad en los resultados obtenidos. Los espacios para negociar estas discrepancias son los foros especializados, como la Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin embargo, ante la decisión de Washington de menospreciar el multilateralismo y privilegiar las soluciones unilaterales, aquí están las consecuencias. Ahora no solo se trata de disputas comerciales sino de utilizar este tipo de medidas, de manera más que cuestionable, para enfrentar un problema como la migración ilegal.
Con el 2020 como año electoral, el actual ocupante de la Casa Blanca va a utilizar todos los recursos a mano para lograr su reelección. Para el efecto hace uso del tema de los migrantes que ingresan por su frontera sur. Ya lo había anunciado en la campaña anterior, al prometer la construcción de un muro que sería pagado por México. Ante los obstáculos que este espinoso asunto le ha causado, no solo dentro de las filas demócratas, sino dentro de las republicanas, decidió acudir a otras tácticas. Esta última, parecería, le ha funcionado con su vecino.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue consciente desde que asumió la presidencia del grave problema que tiene entre las manos, al ser forzado a convertirse en una suerte de barrera de contención entre los miles y miles de migrantes centroamericanos y Estados Unidos. La ambiciosa propuesta que lanzó el canciller Marcelo Ebrard de contar con un Plan Marshall para la región apunta en la dirección correcta. Más que medidas represivas para detener a quienes huyen de sus países y de las condiciones de pobreza, corrupción y violencia, hay que crear condiciones sociales y económicas que les permitan tener una vida digna en sus lugares de origen. Esto requiere no solo de la voluntad política, sino del aporte económico de Washington. Mientras tanto, México ha reforzado los controles fronterizos en su frontera sur y, según las informaciones, ha triplicado las deportaciones de quienes ingresan ilegalmente al país.
Sin embargo, según The New York Times, lo que se acordó ya había sido negociado. “No quedó claro si Trump creyó que el acuerdo realmente representaba concesiones nuevas e importantes, o si el presidente entendió los límites del acuerdo, pero lo aceptó como una forma de guardar las apariencias para escapar de las consecuencias políticas y económicas de imponer aranceles a México”, señaló el diario. Lo cierto es que el mandatario anunció que había un aspecto muy importante de lo acordado que se daría a conocer más adelante, y su secretario de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, mencionó que las negociaciones continuarán por otros 90 días.
De momento, y mientras se tramitan los derechos de asilo que solicitan los migrantes, estos deberán esperar en México a que se resuelva la petición, en un proceso de puede tomar un largo tiempo. AMLO mencionó que, entre lo consensuado, muy pronto “estaremos ofreciendo ayuda humanitaria, oportunidades de empleo, educación, salud y bienestar a quienes esperen en México su solicitud de asilo para ingresar legalmente a los Estados Unidos”. Más adelante se conocerá la eficacia de las medidas anunciadas.
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Por El Espectador
