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El escándalo más reciente que involucra al presidente de Argentina, Javier Milei, muestra los límites y riesgos del mundo que los neolibertarios y autoproclamados “tecnooptimistas” quieren construir. Es similar a la ideología política que defienden, aunque de manera menos transparente, los multimillonarios de la industria tecnológica como Elon Musk y Mark Zuckerberg. Una donde el Estado no puede hacer nada por sus ciudadanos, donde los servidores públicos no tienen responsabilidad alguna de cuidado en su actuar ni entes que lo vigilen, y donde cada persona está a su suerte, sin importar si se convierte en presa fácil de estafadores. Que todo haya ocurrido gracias a una criptomoneda “meme”, similar a la promovida en su momento por Donald Trump y otros políticos, también evidencia que las promesas de un mercado digital liberalizado y seguro se han ido al traste cuando lo único que se busca es hacer plata a costa del sufrimiento de otros.
El embrollo va así: en su cuenta de X, donde tiene casi cuatro millones de seguidores, el presidente de la Argentina publicó un mensaje en apoyo a $Libra, una criptomoneda. Esto llevó a que por lo menos 40.000 personas compraran en masa la moneda, que recaudó US$87 millones antes de que su precio se desplomara y se convirtiera en lo que siempre fue: un activo basura. Este tipo de estafas son comunes en el mundo cripto. Alguien crea una moneda que se posiciona como la siguiente gran inversión, se hace una campaña de publicidad para que mucha gente invierta, los que compraron primero sacan sus ganancias y el resto quedan sin nada. Si suena muy parecido a una “pirámide” es porque comparte varias características.
Lo que no suele pasar es que un presidente publique una invitación a participar. Eso le otorga la legitimidad no solo de su nombre, sino de un Estado entero. Ahora que está recibiendo justos reclamos, las piruetas retóricas son llamativas. “Yo difundí, no promocioné, no recomendé”, dijo, lo que va en contravía de la realidad. Más diciente aún es lo que dijo a continuación: “Si vos vas al casino y perdés plata, ¿entonces cuál es el reclamo? Aquellos que participaron en eso lo hicieron voluntariamente. Es un problema entre privados”. Esa idea está en el corazón de su propuesta política: un Estado diminuto que permita que las personas resuelvan sus diferencias en privado. Suena muy bien, pero no reconoce lo que la historia de la humanidad nos ha enseñado.
Por ejemplo, las estafas económicas suelen pulular si no hay autoridades que tengan la capacidad y eficiencia para combatirlas. Las sociedades democráticas se construyeron para que las personas más vulnerables sean protegidas, para que no se trate de la “ley del más fuerte”, sino que la convivencia se permita a través de reglas claras. La confianza en las instituciones y sus representantes es esencial. Somos seres sociales, por eso creamos herramienta sociales para fomentar la colaboración, la solidaridad y, sí, la protección, porque también tendemos a depredarnos entre nosotros mismos. El presidente Milei dice que es un “tecnooptimista fanático” que quiere “que Argentina se convierta en un hub tecnológico”. Eso se construye creando confianza, que es algo en lo que no parecen creer los tecnooptimistas como él. El Estado, bien administrado, es un aliado en ese propósito, no un obstáculo. Cuando menos, respetar las instituciones les exige a los mandatarios de turno no andar recomendando estafas y luego expresando molestia porque les pidan responsabilidad.
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