El espectáculo del viernes pasado en la Casa Blanca no tiene parangón. Donald Trump, más que como presidente de la primera potencia mundial, actuó frente a las cámaras como el peor acosador frente a un digno Volodímir Zelenski, que no se amilanó en la férrea defensa de la integridad territorial de su país y el futuro de su gente. El tipo de humillación al que fue sometido Zelenski es un portazo no solo a la diplomacia tradicional, sino el fin de la alianza con Europa por parte de los Estados Unidos.
Las expresiones utilizadas por Trump, así como por su vicepresidente, J. D. Vance, ante el silencio cómplice de Marco Rubio, secretario de Estado, hicieron parte de una puesta en escena destinada a doblegar al presidente ucraniano. Con su tradicional matoneo, Trump buscaba que Zelenski aceptara entregar a los Estados Unidos la explotación de minerales estratégicos mediante unas condiciones totalmente desfavorables. En lugar de dar la mano a un aliado que sufrió la invasión rusa, como lo hizo acertadamente el expresidente Joe Biden, se aprovecha de la debilidad de Ucrania y su necesidad de ayuda militar para obtener inmensos beneficios económicos y obligar a Kiev, además, a aceptar las absurdas condiciones de Vladimir Putin para acabar con la guerra. Trump señala a Zelenski como un dictador al que culpa de la guerra con Rusia, siendo que el verdadero dictador es el ocupante del Kremlin.
¿Cuál será el precio a pagar por Kiev tras lo sucedido? La dignidad y la valentía que ha demostrado el presidente Zelenski desde el momento de la agresión rusa tendrán un costo. Frente a los hechos, conscientes de que Putin seguirá con su expansionismo si cae Ucrania, los jefes de Estado y de Gobierno europeos, así como las autoridades comunitarias, defendieron a su aliado y le ofrecieron su apoyo. A pesar de brindar una pronta ayuda económica, no sucede lo mismo en el aspecto militar, pues la producción de armamento en Europa no alcanza para abastecer a Ucrania en el corto plazo. De ahí la importancia del apoyo que había prestado Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta este momento.
Como lo señaló con claridad el analista Thomas Friedman, lo acontecido “fue algo que nunca había sucedido en los casi 250 años de historia de este país: en una guerra importante en Europa, nuestro presidente claramente se puso del lado del agresor, el dictador y el invasor contra el demócrata, el luchador por la libertad y el invadido”. Tiene toda la razón. A esto se podría agregar lo que comentó Jens Stoltenberg, exsecretario general de la OTAN: “Si Rusia deja de luchar, no habrá guerra. Si Ucrania deja de luchar, no habrá Ucrania”.
Los líderes europeos están ante una disyuntiva. Ayer se reunió un grupo importante de países en Londres y el jueves lo harán de nuevo con la presencia de Zelenski. Ante el evidente cambio de época que se está viviendo en el mundo, le corresponde a Europa asumir el liderazgo en defensa de la libertad y los valores que representa la democracia liberal. ¿De qué otra manera se puede explicar que Estados Unidos hubiera votado en la ONU junto a Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte frente al caso de Ucrania? Como acotó Friedman, se está ante “una perversión total de la política exterior estadounidense, practicada por todos los presidentes desde la Primera Guerra Mundial”.
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