Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Después de los emblemáticos informes del Grupo de Memoria sobre las masacres de Trujillo, El Salado, La Rochela, Bahía Portete, Bojayá, entre otros 12 libros, el grupo entregó al país esta semana un informe sobre la violencia contra las mujeres en la Costa Caribe colombiana entre los años 1997 y 2005.
El informe no tiene un antecedente nacional ni internacional, pues hasta el momento no se habían dado a conocer investigaciones oficiales con un enfoque específico que reconstruyera memoria histórica sobre la violencia contra las mujeres -por el hecho de serlo- en los conflictos armados.
Además de las formas de victimización, en torno a las que aún reinan el silencio y la injusticia, el informe documenta agudamente la trayectoria de líderes que, como Yolanda Izquierdo, han perdido la vida disputando solas, sin protección del Estado, y contra las fuerzas más oscuras del país, predios para las comunidades campesinas que ellas representaban. Se trata de una extensa reconstrucción de los impactos que tuvieron las disputas armadas entre las guerrillas y los paramilitares sobre la vida de las mujeres en la región Caribe.
Ineludible para la sociedad colombiana saber por cuenta de un grupo de investigación oficial que los paramilitares atacaron de manera muy particular y específica a las mujeres. Que además de cometer violaciones, a veces estratégicamente y en otros momentos por oportunismo, también intervinieron en su intimidad, en su vida familiar, de pareja, en su sociabilidad y en sus pequeñas microempresas, haciendo que quebraran y regresaran como amas de casa desempleadas a sus hogares.
Incómodamente irrelevante para muchos, como anotó el director del grupo Gonzalo Sánchez en el lanzamiento del informe, que investigaciones sobre las mujeres en la guerra hayan tomado tanta fuerza, y aún más, que ofrezcan elementos claves para un esclarecimiento histórico sobre las dimensiones de la guerra en Colombia.
En tiempos de expectativa sobre la nueva Ley de Víctimas y Tierras, frente a la ausencia del Estado en este acto que tanto los requiere, y mientras los líderes siguen cayendo por perseguir el sueño de una tierra propia, el deber nacional de la memoria parece ser uno de los pocos que no dejan de cumplirles a los colombianos. Sin embargo, son miles de mujeres víctimas de los ‘órdenes armados’ las que reclaman justicia, desde un presente vacío por las precarias condiciones psicológicas, materiales y de seguridad en las que aún permanecen.
Este es un llamado a la acción. Ya no solamente se trata de conocer estos hechos - aspecto fundamental que puede considerarse cumplido - sino también de entender y emprender acciones que ataquen el ‘cómo’ se vive la guerra para las mujeres de Colombia.