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Las mentiras y la desinformación no son la mejor manera para defender la reforma a la salud. Eso no parece comprenderlo el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, a quien cada vez se le ve más agitado y molesto con el tratamiento que Colombia le dio a la pandemia del covid-19. En un debate reciente de control político, se fue lanza en ristre contra las Instituciones Prestadoras de Salud (IPS), lo que se suma a su pugna contra las Entidades Promotoras de Salud (EPS). El problema es que lo hizo con información falsa e imprecisa y con un tono que preocupa. ¿Se sentirá tranquilo el reconocido médico y ministro con que sus recientes declaraciones estén siendo celebradas en grupos de antivacunas? ¿Dónde quedó la voluntad de construir consensos?
Hace apenas una semana, el ministro Jaramillo dijo que “todos los que estamos vacunados hoy (contra el covid), con excepción de los que cogimos Sinovac, todas son una nueva tecnología y todas las vacunas entraron aquí sin permiso. Fuimos y nos convertimos en un experimento”. Su declaración causó consternación en la comunidad científica y médica colombiana por venir de un reconocido experto en salud pública y, ante todo, por repetir sin criterio uno de los caballitos de batalla del movimiento antivacunas global que tanto dolor y muertes ha causado y sigue causando. Se trató, además, de una mentira y una representación inadecuada de lo que ocurrió durante la pandemia.
En particular, en esa ocasión llamó la atención la molestia visible en el discurso del ministro, como quien quiere enardecer al auditorio ante una supuesta injusticia. La epidemióloga Zulma Cucunubá fue clara en su respuesta: “Estas vacunas (incluidas la de virus inactivado, vector viral y RNAm) lograron reducir drásticamente el impacto en salud comparado con no haberlas usado. La evidencia al respecto es sólida y consistente”. El ministro sacó un comunicado respaldando la vacunación, pero era demasiado tarde. En los grupos antivacunas colombianos compartieron sus declaraciones demostrando cómo, por fin, alguien en el Gobierno confiesa que hubo una conspiración global para hacerles daño a las personas. El ministro, sin embargo, siguió campante.
Ahora tenemos una nueva declaración conspiranoica por parte del ministro Jaramillo. El 6 de diciembre dijo que “triplicaron las camas de cuidados intensivos (UCI) porque eran un negocio. Eran para salvar la gente, pero el negocio estaba ahí oculto, porque así no estuviera llena la cama le pagaban. Ningún país del mundo tuvo que ampliar las unidades de cuidados intensivos como las ampliamos aquí”. El mensaje que quiere dejar es claro: el actual sistema de salud está diseñado para exprimir la plata de los colombianos y lucrarse, no para salvar vidas. El problema es que el ministro mintió. O, por lo menos, está preocupantemente desinformado para ser alguien experto en salud pública.
Primero, no es cierto que ningún país en el mundo aumentara las camas UCI. De hecho, fue una de las principales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y hubo países que aumentaron su capacidad mucho más que Colombia. Los datos están disponibles y el Ministerio de Salud colombiano debería ser diligente en conocerlos. Segundo, el aumento que se hizo en Colombia fue porque estábamos muy atrasados y los casos de covid-19 amenazaron con saturar el sistema, generando aún más sufrimiento. Como contó La Silla Vacía el 17 de junio de 2021, “de las 13.089 que había habilitadas en ese momento en todo el país, 11.421 estaban ocupadas, lo que equivale a una ocupación de 87,26 %”. ¿Hubiese preferido el ministro no tenerlas, con las tragedias que eso implica?
Entendemos el afán por defender la reforma, pero no se obtiene legitimidad con desinformación y menos sembrando dudas injustificadas sobre el sistema actual. Es una irresponsabilidad.
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