No esconder las heridas del conflicto, sino curarlas

El Espectador
25 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.
Los testimonios de los exsecuestrados en la JEP nos recuerdan que el tránsito al posconflicto no puede significar echar tierra a los sufrimientos y fingir que nada ocurrió. / Foto: Cortesía JEP
Los testimonios de los exsecuestrados en la JEP nos recuerdan que el tránsito al posconflicto no puede significar echar tierra a los sufrimientos y fingir que nada ocurrió. / Foto: Cortesía JEP

Los testimonios públicos de exsecuestrados que se acercaron a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) son un importante recordatorio de la necesidad de apoyar la justicia transicional. Aunque son relatos conocidos, escucharlos de nuevo, además en un espacio pensado específicamente para investigar los hechos y encontrar la verdad, tiene un valor simbólico muy potente.

Cada uno de los relatos que el país ha podido escuchar en estos días demuestra las huellas que quedan para siempre por culpa de la mezquindad del conflicto armado. Por eso, como si hiciese falta recordarlo, Colombia necesita comprender que el tránsito al posconflicto no puede significar echar tierra a estos sufrimientos y fingir que nada ocurrió. Tenemos una deuda: construir un relato sincero, transparente y complejo de lo que ocurrió, sin dejar vacíos, sin permitir que triunfen quienes buscan coartar el trabajo de entidades como la JEP.

Tal vez la mayor paradoja que trajeron los diálogos en La Habana fue que, a medida que la violencia por culpa de las Farc disminuía y el país entendía que sí había otra manera de vivir sin el ruido de los fusiles, los dolores del conflicto fueron saliendo del debate público. Es como que la aparente tranquilidad hizo que los olvidáramos; como si la página ya hubiera pasado.

Los testimonios de los exsecuestrados esta semana demuestran lo contrario. Aunque son personas que ya llevan muchos años en libertad, los estragos de la tragedia que enfrentaron todavía se sienten. Deberían retumbar, especialmente en el Congreso, las palabras del representante Óscar Tulio Lizcano, secuestrado durante ocho años por las Farc: “El perdón le suspende a uno la condición de víctima, pero tenemos que construir una memoria histórica; que se sepa la verdad para que no haya más repetición”.

Esta era la gran promesa del acuerdo de La Habana: que las víctimas iban a tener un espacio propicio para contar sus historias; que los casos se van a investigar en profundidad y que los victimarios también van a aportar relatos que permitan entender lo ocurrido. En ese último sentido, son de celebrar los informes enviados por altos mandos de las Farc a la JEP reafirmando su compromiso con someterse a la justicia transicional.

La Jurisdicción está recibiendo, en este momento, informes escritos y orales sobre secuestro político, enmarcado en el caso 001, por retenciones ilegales cometidas por las Farc, por el que comparecen 31 exmiembros del Secretariado de esta guerrilla. Hoy, mañana, el 6 y el 8 de noviembre seguirán las audiencias en Bogotá. También se tiene planeada una el 7 de noviembre en Neiva (Huila). Todo está siendo manejado por la Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad.

Este proceso debería recibir apoyo de toda la sociedad y, en particular, de todos los partidos políticos. Más allá de las discusiones y obstáculos que el aterrizaje del acuerdo ha sufrido, los beneficios de una justicia transicional fortalecida y en funcionamiento están quedando en evidencia. ¿Por qué no darle a Colombia la oportunidad de empezar a sanar heridas?

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

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